Hasta hace unos años, la pobreza y la delincuencia (siempre de la mano) eran realidades nada rentables para el Estado. Las pocas organizaciones formales, que socialmente estaba aceptado que tratasen con estas personas, eran las católicas, que trabajaban con un modelo asistencialista caritativo (el cual tampoco aportaba nada para una solución real del problema). Pero desde hace un tiempo, se ha descubierto que a través de esta problemática se puede conseguir mucho dinero. Constructoras, subcontratas, concursos públicos, Servicios Sociales, megacentros penitenciarios, fábricas carcelarias, etc.)