Consideraciones acerca de las luchas mineras
extraído de: www.todoporhacer.org
“No hay vida verdadera dentro de la falsa” – Theodor Adorno
Algunas de las características que rodean la huelga indefinida en el sector de la minería, que tiene su epicentro en las cuencas mineras asturianas, aragonesas y leonesas, a veces parece que necesariamente deben llevar a quienes nos informamos y opinamos desde la distancia a un posicionamiento lleno de matices: que la industria extractiva es tremendamente lesiva para el medio rural (decimos desde la ciudad), que se trata de una actividad insostenible tanto desde el punto de vista ecológico como económico (ya que sobrevive, como muchos sectores, gracias a la subvención pública), que se trata de una lucha en la que coinciden los intereses de los/as patronos/as y trabajadores/as (sí, pero la derrota para unos/as significará una merma de sus beneficios, mientras que para otros/as supondrá no llegar a fin de mes, el exilio económico, la destrucción de un modo de vida…).
Lo que estamos viviendo durante los últimos semestres es una ofensiva sin cuartel del capital contra la clase trabajadora: son las exigencias del capital quienes convierten el mercado laboral en una carrera desenfrenada por ver quien vende su dignidad más barata, quienes imponen el cierre de una mina en Asturias para abrir otra en la India, quienes llevan arrasando nuestro entorno natural y nuestras vidas frente a nuestra incapacidad de plantar cara. El ataque que estamos sufriendo está siendo general, pero las respuestas a día de hoy son puntuales, aisladas, vagas. La respuesta de los/as trabajadores/as del sector minero no puede ser más coherente: lanzar un órdago en defensa de sus intereses, haciendo saltar la paz social más allá de sus puestos de trabajo para forzar al oponente –que ya ha tomado su decisión- a retroceder. Su lucha ha saltado a los titulares (a los/as protagonistas les ha costado lo suyo…) por la contundencia y la espectacularidad de sus métodos. Pero sus reivindicaciones sólo pueden tener éxito si las entienden (¡y las entendemos!) como una batalla en el contexto de un conflicto más amplio:
“Los proletarios responden defendiendo intransigentemente sus intereses y necesidades. El proletariado no puede defender sus intereses desde el aislamiento, desde el corporativismo, defendiendo su sector como algo salvable en un mundo insalvable. Para los proletarios se trata de echar abajo este dique de contención, de romper el aislamiento de las luchas, de consolidar estructuras donde organizarnos, de destruir las ilusiones reformistas, de llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias. La situación en que todos nos encontramos es trágica y la solución no pasa por buscar una salida sectorial, la solución pasa por destruir una sociedad basada en la tasa de ganancia, en la esclavitud asalariada, una sociedad en la que la producción no posee otra base que las necesidades de valorización. Allí donde este cordón sanitario se resquebraja surge la posibilidad de que este conflicto asuma abiertamente su propia naturaleza, la de ser una expresión de un conflicto global, un conflicto que concierne a las bases mismas de un sistema basado en la apropiación de los medios de vida por el capital, un sistema donde la tasa de ganancia lo decide todo.” [1]
Del conflicto en las cuencas mineras podemos aprender –como de todo momento en el que se resquebraja el orden establecido para mostrar las contradicciones que nos oprimen día a día- numerosas lecciones: ahí está el ejemplo de memoria histórica mostrada por parte de los/as mineros/as ingleses/as, que envian su solidaridad en forma tanto de aportaciones económicas a las cajas de resistencia como de mensajes de apoyo: ellos/as saben bien lo que significa perder esta lucha, saben que a la “reconversión industrial” la siguen esperando tras dos décadas, que una vez destruídos sus puestos de trabajo “sólo queda el desempleo masivo, la pobreza, la exclusión social y la decadencia”.
También podemos aprender de la represión y difundir, una vez más, las tácticas desesperadas de muchos sindicatos del sector por mantener la protesta dentro de su cauce y distanciándose de todo episodio de lucha real (llamando incluso a la población local a apoyar únicamente los actos convocados por los sindicatos ”respetables”) o la actitud de los “cuerpos de seguridad”, denunciados como auténticas fuerzas de ocupación que, impotentes, se toman represalias personales contra los/as habitantes de los pueblos más conflictivos, intimidando, robando y apaleando. Cuando se confronta el orden, se caen todas las máscaras y lo que se esconde tras ellas es a la par aterrador y esclarecedor.
¡Arriba los/as que luchan!
[1] Extractos del texto: “Rompamos el aislamiento de la lucha en la minería”, disponible en su totalidad en www.alasbarricadas.org
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