Málaga ya lo sabía, pero además lo vio. El pasado 18 de septiembre las calles del centro de Málaga presenciaron una manifestación como no se recuerda en esta ciudad tal vez desde las movilizaciones por el “No a la Guerra”. Más de mil personas exigieron otro modelo de ciudad, clamaron contra la privatización de los espacios públicos, contra el desmantelamiento de la cultura, contra la ciudad escaparate, contra la política de los solares y la destrucción. Más de mil personas exigieron el derecho a la ciudad. Su voz gritó que la Casa Invisible debe continuar, que la Casa Invisible continuará.
Málaga ya lo sabía, pero además su Ayuntamiento lo vio. Ante un evento como el de este 18 de septiembre el Ayuntamiento no puede mirar hacia otro lado. No puede obviar los procesos de organización ciudadana, no puede pretender su eliminación como si no existieran, no puede imponer un modelo que pase exclusivamente por el tutelaje de las administraciones públicas o de instituciones privadas. Frente a la asfixiante regulación estatal y la voracidad del interés privado, la Casa Invisible, como tantas otras iniciativas ciudadanas, se fuga para instituirse como un lugar de creación colectiva, de agregación social, de intensa democracia, de organización cooperativa, de gestión ciudadana y cultura libre. Málaga lo sabía, pero además ahora conoce su fuerza.