Nuevas formas de radicalidad juvenil en los noventa: los encapuchados
recuperando viejos textos de la haine (de cuando molaba) reencontre este que en su momento me impacto,
Nuevas formas de radicalidad juvenil en los noventa: los encapuchados
x Claudia Lopez - Chile
Este proyecto se propone ser un espacio para el debate de distintas perspectivas en el marco de la teoría revolucionaria y subversiva. Para nada pretende dictar cátedra o pontificar al estilo de la izquierda tradicional.
Nuestra intención se orienta a mostrar que cuando los sectores revolucionarios radicales han actuado juntos y coordinados se han obtenido mejores resultados y han aportado una experiencia que debe rescatar la memoria histórica para la proyección de nuevas prácticas. Así lo demuestran los comienzos del movimiento obrero en Chile, donde anarquistas y marxistas confluían en una lucha común. También es un ejemplo potente, con sus excepciones y errores, claro está, la experiencia de la Revolución española o en París el combativo Mayo del 68 donde las bandera roja y negra flameaban sobre las barricadas. Por lo tanto estamos alejados de cualquier tipo de lógica excluyente que se pretenda en posesión de la verdad o que se autoasigne la responsabilidad de estar a la vanguardia. Tampoco nos sentimos cercanos de aquellos que desde la pureza de su teoría pretendan descalificar a los demás revolucionarios sólo por el hecho de no compartir su ideario. Para nosotr@s las ideologías son cajas de herramientas y no verdades bíblicas. La experiencia muestra que las sectas y los pontífices dentro de las filas de los revolucionarios son más útiles al enemigo que a la práctica revolucionaria y transformadora.
En este espacio queremos dar a conocer extractos de algunos trabajos realizados por compañeros que trataron de teorizar sobre el mundo de los encapuchados y sobre la estructuración del movimiento social radical y subversivo. Aunque el tiempo ha demostrado que la esperanza puesta en varios de esos colectivos se ha desvanecido, y que no se trataba de expresiones de una voluntad de construir subversión a largo plazo, sino de rabietas pasajeras al amparo de la "loca juventud". Sin embargo algunas de las cosas dichas nos siguen pareciendo válidas, además vari@s de nosotr@s venimos de colectivos que practicaron activamente la lucha callejera. A pesar de las disidencias seniles, de los abandonos por una vida normal, están los que siguen de pie, algunos desde la distancia, algunos tras las rejas, pero que siguen resistiendo y combatiendo al capitalismo y al estado. Vaya para ellos un caluroso saludo. Para los que no se rinden están dedicadas estas líneas.
Nuevas formas de radicalidad juvenil en los noventa: los encapuchados
En los colectivos de jóvenes que se encapuchan, tenemos los primeros elementos de una acción colectiva, expresada en una discursividad que da cuenta de la conciencia de sí, de la conciencia de ser algo distinto. Y en ese sentido, también esta nueva radicalidad juvenil se vuelve transgresora. Y doblemente transgresora, no sólo hacia el sistema sino también con la izquierda tradicional. "La intención de nuestro colectivo era unir la política con el arte desde una perspectiva de vida subversiva, y hoy seguimos en la misma línea de compromiso alternativo, sin comprarle a la izquierda tradicional, buscando la coordinación de los revolucionarios libertarios (anarcos, marxistas, marginales) y sin perder la brújula de que somos pequeños puntos de lucha".
Esta autoconciencia de ser "algo nuevo" esta doble transgresión, en el sentido de ir más allá de los límites, tanto hacia el sistema institucional (con sus aspectos políticos, sociales, económicos y culturales) y en un fuerte rechazo hacia formas políticas tradicionales de la izquierda, puede ser visto desde la óptica en que lo constituyente es potencia social, una irrupción innovadora, la capacidad de lo social de la autonormatividad infinita, que es capaz de violar los límites del orden constantemente. En definitiva se trata que en esa fuerza social expresada en las nuevas formas de radicalidad juvenil, en esa rabia casi ciega, en la virulencia en el recuerdo de los muertos, no sólo de la dictuadura sino los propios muertos con los que ya cuentan estos grupos y que ha afianzado sentimientos de identidad colectiva, en la rabia contra el capitalismo y susu llamados a destruirlo y rechazo visceral hacia las formas de hacer política de la izquierda. En estas formas de radicalidad juvenil hay irrupción revolucionaria salvaje puesta en la historia como transgresión del orden social existente. Se trata entonces, nada menos, que del alma, de la esencialidad de todo movimiento revolucionario: la voluntad de transgresión hecha política manifiesta.
Sin embargo, también podemos encontrar en esta radicalidad política juvenil, ciertas representaciones de orden simbólico que son compartidas y que se ligan con ese sentimiento de identidad. Uno de esos elemntos es el fuego, como arma precaria y casera, pero ofesnsiva y fácil de usar. No se trta que hayan "descubierto" la molotov, pero cada arma, por precaria que sea, adquiere en su uso, las significaciones que le dan los actores que la ocupan. Una de sus características en las manifestaciones públicas es el abundante uso de cócteles incendiarios contra la policía, sedes partidarias, bancos, etc. Esto les ha valido convertirse en blanco de la prensa del sistema que les ha colgado recurrentemente calificativos de delincuentes e infiltrados. También se ha anunciado en numerosas ocaciones la aplicación dela Ley antiterrorista (El Mercurio, Jueves 17 de Septiembre de 1998). Por otra parte, en los fanizines editados por colectivos de jóvenes encapuchados, existe una permanente alusión al fuego como elemento de lucha. Sin duda que esto puede ser una repetición resignificada de formas de lucha contra la dictadura. En todo caso lo más característico y novedoso de esta radicalidad juvenil de los noventa es la irrupación de la capucha como símbolo. De hecho la denominación de la prensa sistémica hacia estos jóvenes es la de "encapuchados", y lejos de rechazarla, estos grupos la adoptan para autodenominarse. La capucha opera en un sentido doble:
1) Como símbolo de radicalidad y confrontación. En las marchas o manifestaciones callejeras, los que llevan la delantera en el enfrentamiento contra la policía son precisamente los que se ponen las poleras en la cabeza.
2) Como tecnología del encubrimiento y seguridad personal ante el dispositivo policíaco - periodístico que existe en muchas manifestaciones donde estos grupos actúan.
Pero la radicalidad juvenil de los noventa, ha innovado también en sus formas orgánicas y en sus referentes teóricos, y aunque este sea uno de sus puntos débiles , se produce por la peremanente búsqueda de formas y herramientas nuevas.
En cuanto a la forma organizacional, ésta refiere permanentemente a las relaciones cara a cara, de forma horizontal que otorga la participación en un colectivo. El colectivo ha surgido como la forma de enfrentar la nueva realidad política, del triunfo del proyecto político de la dictadura, la imposción del capitalismo neoliberal, el retroceso enorme de las ideas revolucionarias, a lo menos en sus formas tradicionales, y del fracaso de la izquierda en sus orgánicas clásicas. La nueva juventud radical ya no quiere jefes ni comandantes, sino ser protagonista y sujeto. El colectivo ha sido una vuelta hacia dentro, una mirada hacia la base social en la población, la universidad, el liceo. Así se trate de una banda musical, del grupo que hace propaganda, del "piño" de la esquina o del grupo clandestino de acción directa, el colectivo es una forma de respuesta ante la cooptación y la institucionalización de las instancias de "lo social" por la llegada de la Concertación al gobierno, donde los movimientos sociales fueron utilizados como capital político de negociación con la dictadura, para dar paso al "momento político" que correspondía a los políticos de profesión.
La organización en colectivos ha provocado además un efecto, tal vez, no deseado que es la disolución en el grupo de las responsabilidades penales o costos represivos, toda vez que los paratos de inteligencia buscan estructuras y jefes, al estilo de las organizaciones político militares de los ochenta y principios del noventa. Pero además ha provocado la imposibilidad de instancias de cooptación por parte del sistema. De hecho el trabajao sobre grupos encapuchados realizado por el cientista político del sistema, Guillermo Holzmann, citado por El Mercurio dice: "...en otras palabras demandan cosas aterrizadas y exigen respuestas definidas. Pero como no tienen líderes conocidos y únicos, no dan ninguna posibilidad de establecer negociaciones con las atoridades de turno..." (El Mercurio, "El once de los sin rostro", 20 de Septiembre de 1998, Cuerpo D, página 13).
La potencia de la masa encapuchada, sólo se siente cuando estos grupos se juntan en las manifestaciones, de las cuales la más grande es la marcha del 11 de Septiembre al cementerio. Ahí se diluye el colectivo, el grpúsculo en la acción común de la lucha contra la policía, y es la expresión de una rebeldía e inconformismo contra el sistema. Lo mismo puede decirse para las manifestaciones más politizadas en las poblaciones la noce del 11. Pero no se trata de estructuras, sino de coordinaciones puntuales, o a veces ni siquiera de eso, de minorías activas o grupúsculos unidos frente al enemigo común. En ese mar de capuchas se cristaliza en un momento la rebeldía y el inconformismo de la radicalidad política de los noventa, pero cuando se vuelve a la calma se vuelve al grupo, al colectivo, a la base que no responde a direcciones nacionales ni comandancias. "¿Por qué los grupúsculos en logar de querer crecer no se multiplicaran hasta el infinito? ¡Cada uno con su grupúsculo! En cada fábrica, en cada calle, en cada escuela. ¡El reino de los comités de base! Pero grupúsculos que aceptaran ser lo que son en donde están...En un grupo de base puede esperarse recuperar un mínimo de identidad colectiva, pero sin la melomanía, con un sistema de control al alcance de la mano..." (Féliz Guattari, "Somos todos grupúsculos", en Psicoanálisis y Transversalidad, p. 322).
¿Cuál era la forma clásica de la lucha social de la izquierda y que se repite majaderamente hasta el día de hoy?: La federación en la universidad, el Sindicato en la fábrica, y el Partido dictando la línea para ambos. Pero y qué hay de la nueva realidad de la dominación, qué pasa cuando los sindicatos no tienen fuerza y cuando en las elecciones de la universidad a duras penas vota el 50% del alumnado, no significando esas federaciones y sindicatos ningún peligro para la dominación capitalista, sino que siéndoles funcionales. Así la irrupción en el escenario político de esta nueva forma de disidencia radical, la juventud encapuchada representa una fractura que tiende a profundizarse: la crisis en la legitimidad del sistema político de representación, representado por el millón y medio de j´venes que vota nulo para las elecciones. Este hecho si bien ha sido interpretado por el poder como Apoliticismo y que la juventud no está ni ahí, significa una grieta que puede profundizarse y tomar direcciones imprevistas al profundizarse una crisis en la legitimidad social del sistema. Los encapuchados representan entonces el surgimiento de nuevas formas de resistencia contra nuevas formas de dominación de las sociedades de control.
Por otro lado, aunque esto no es válido para todos, la radicalidad juvenil de los noventa, hace un uso teórico innovador de los referentes ideológicos: "Miramos a nuestro alrededor, vemos la realidad, y las viejas ideologías y esquemas de interpretación de ésta, nos son insuficientes hoy para comprender cómo actúa el sistema, y consecuentemente con ello, cómo debemos enfrentarlo(...) Tal vez el anarquismo, así como el marxismo -que si bien son referentes válidos y básicos- no contribuyen a una cabal interpretación de la explotación en estos días". (Fanzin El Gargajo, Editorial).
Respecto a la propuesta de la juventud encapuchada, ella no puede ser vista como conjunto, dadas las diferencias existentes entre los grupos, ni con la miopía que lo ven la prensa y otros sectores del sistema de querer encontrar una propuesta o programa de gobierno, eso es ridículo considerando que se trata de expresiones antisistémicas: no quierer administrar el modelo de una forma diferente, quieren destruirlo. Especialmente ineptos en este tema han sido las opiniones de "analistas" del sistema. Un buen ejemplo de esta incompetencia para comprender problemas nuevos es el artículo aparecido en el diario La Nación el Domingo 20 de Septiembre de 1998 por Sergio Muñoz titulado "La cultura Molotov": "No podría decirse que grupos como este (se refiere a la Coordinadora Revolucionaria del Pedagógico, CRP) sean la expresión de una ideología o un programa político...Son más bien la expresión de un estado de ánimo en el que predomina una especie de furia ciega contra todo lo establecido. El pretexto puede ser un homenaje a Allende, al Che Guevara o a las víctimas de la dictadura, pero lo esencial será demostrar en la calle que las leyes no valen para los revolucionarios y que la policía no puede doblegarlos. Sus apelaciones a terminar con el capitalismo y avanzar hacia el socialismo carecen de consistencia y son apenas un intento por dar cierto soporte a las acciones de choque. El CRP, por ejemplo, no cree ni siquiera en las elecciones universitarias (sic)". Aunque el artículo a lo menos trata de ser una aproximación un poco más profunda de las motivaciones sin quedarse en los calificativos de infiltrados o delincuentes, el "analista" se nota que no entiende de lo que habla. Lo primero que soprprende es que quiera encontrar un programa político o una propuesta cabada de sociedad a construir en un panfleto editado a raíz de la muerte de Claudia López. Lo segundo que revela es la incomprensión hacia las formas no tradicionales de hacer política, que no incluyen elecciones universitarias (algo que le resulta incomprensible), que transcurren por otros canales, lenguajes y códigos, por otras formas de sumar y de actuar, desconoce en definitiva la naturaleza antisistémica los grupos de los cuales habla.
Sin embargo, a la hora de la propuesta estratégica, que sitúe objetivos claros que cumplir en el largo plazo, se muestra el lado más débil de esta radicalidad juvenil, entre otras cosas porque se trata de un espacio que no cuaja en una unidad orgánica y se trata de formas primarias de una subversión que se está creando. Como dice Guattari: "La puesta en acción de una energía susceptible de modificar las relaciones de fuerza, no cae del cielo, no nace espontáneamente del programa justo o de la pura cientificidad de la teoría. Está determinada por la transformación de una energía biológica en -la líbido- en objetivos de lucha social". Pese atodo, podemos encontrar varias elaboraciones políticas. Lo que es ridículo, es querer encontrar ahí, elementos propios de la l´gica de funcionamiento del sistema , pues estos grupos quieren justamente destruirlo. "La falta de un programa no significa que no haya una comunidad general de ideas fundamentales, de caracterización del enemigo, del tipo de sociedad a que debemos aspirar, de formas de lucha..." (Colectivo marginal, página Internet); "La utilidad de todo esto requiere estrechar vínculos políticos y operativos entre las organizaciones hermanas , elemento que permitirá ir nutriéndonos de ideas, ganas y aprendizajes". (La Incendiaria, Octubre 1997); "En las condiciones actuales, la micro resistencia es nuestra opción. Pero no queremos quedarnos para siempre en el metro cuadrado, y desde ya buscamos la unión de todos los subversivos y trabajamos por un mañana de mayores niveles de combate..." (El Francotirador, n° 5, Ediciones Barricada Cultural).
De tal manera que la radicalidad política de los jóvenes encapuchados de los noventa se ha dado formas teórico políticas distintas a otras generaciones, así como una orgánica horizontal, y grados de combatividad y enfrentamiento que por un lado le otorgan identidad, y por otra criterios de diferenciación respecto a formas clásicas de hacer política en la izquierda tradicional. No planteamos aquí que la juventud encapuchada sea una "panacea" ni una nueva vanguardia, de hecho creemos que las nuevas concepciones de este movimiento excluyen la idea de vanguardia. Lo que planteamos es que los encapuchados son uno de los canales por los que ha corrido el flujo subversivo, contagiando incluso, en sus formas y estética de confrontación a múltiples otros sectores. Sin duda que para avanzar en la constitución de una subversión que sea un peligro para el sistema de dominación capitalista falta la creación conjunta de un sujeto social, pero los encapuchados son sólo una parte de ello.
Enviado por La Peña del Bronx - 08/08/03
¿No crees qué salir a la
¿No crees qué salir a la calle y ser la primera linea de lucha contra el sistema es er la vanguardia? La izquierda tradicional desde hace tiempo forma parte del sistema, y como parte de tal busca su cuota de poder. Salir a la calle a combatir es de las pocas esperanza que queda para sentir que nos corre sangre en las venas. En este sistema donde los medios de comunicación tienen el poder, sólo los poderosos tienen la palabra. Nosotros debemos tomar nuestra posición, y esta se encuentra en la calle. El ir encapuchado, a parte de ser una herramienta que dificulte el trabajo represor del sistema, es de una forma u otra evitar hombres convertidos en simbolos. En países como en Grecia, este tipo de lucha está más vivo que nunca. Un país donde miles de jovenes salen a la calle para tomarla, como ocurrión en las revueltas de Diciembre de 2008. Revueltas donde no sólo salierón los jovenes a las calles, si no gente de todas las edades. Es necesario que la juventud despierte y se haga combativa. Es necesario ayudarles a despertar antes que la televisión, el fútbol y demás pamplinas de esta sociedad les laven el cerebro. Por un movimiento antiautoritario en la juventud.
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