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Libia crimenes violencias sexistas racistas

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Varias mujeres del campamento han sido secuestradas y violadas en las últimas semanas

 

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Comunidad negra desplazada toma las calles de Trípoli
Por Karlos Zurutuza

 

 


Una desplazada negra protesta en la plaza central de Trípoli

 

Crédito: Karlos Zurutuza/IPS

 

 

TRÍPOLI, 3 nov (IPS) - "Hemos venido andando hasta aquí para decirle a la gente que nos tratan como a los perros. Prefiero que me maten aquí mismo; no sería la primera ni la última muerta", grita Hamuda Bubakar nada más llegar a la Plaza de los Mártires, en el centro de la capital de Libia.

Esta joven de 23 años es una de 200 desplazados llegados desde los barracones de Tarik Matar, en las afueras de Trípoli. Salieron de allí hace tres horas, al amanecer. Al igual que todos sus compañeros, Bubakar también es negra.

"Llevamos más de dos meses viviendo en aquellos barracones", explica junto a ella Aisha, quien prefiere no dar su nombre completo. "El martes de noche entraron los guerrilleros de Misurata y se llevaron a siete de nuestros jóvenes. No sabemos nada de ellos", explica esta mujer de 40 años.

Varias mujeres del campamento han sido secuestradas y violadas en las últimas semanas, añade.

"Levanta la cabeza, eres un libio libre", corea el grupo de congregados. Se trata del eslogan que se convirtiera casi en el himno de los rebeldes que se alzaron en febrero contra el régimen de Muammar Gadafi. El ya pesado tráfico se congestiona definitivamente, y los ánimos se caldean entre los soldados armados que custodian la céntrica plaza.

"Tendríamos que matar a todos aquí mismo por lo que nos hicisteis en Misurata", ciudad situada 190 kilómetros al este de Trípoli, exclama un joven vestido de camuflaje antes de que sus propios compañeros lo hagan callar.

Es que los manifestantes son todos de Tawergha, una localidad que fue base gadafista para el terrible asedio puesto durante la guerra a Misurata, de la que la distancian unos 40 kilómetros.

Probablemente la occidental Sirte, localidad natal y bastión del asesinado Gadafi, y la rebelde Misurata fueron víctimas de los dos capítulos más dramáticos de la guerra civil de Libia.

Una hora más tarde, la presión de los milicianos apoyados por decenas de impacientes cláxones consigue finalmente disolver el grupo.

"Nos llaman 'gadafistas', pero también nos odian por el color de nuestra piel. Todos los negros de Libia estamos sufriendo por esta razón", se queja Rahman Abdulkarim mientras se dispone a desandar el largo camino.

Vacíos inmensos

Abdulkarim pronto tendrá a la vista los inmensos barrios de bloques de apartamentos del sur de Trípoli. Se trata de auténticas colmenas de hormigón cuya construcción fue súbitamente interrumpida por la guerra. Los antiguos barracones de los obreros son hoy hogar para miles de desplazados de bastiones gadafistas como Bani Walid –150 kilómetros al sureste de Trípoli– Tawergha, o incluso de Abu Salim, el último distrito de la capital libia en caer en manos rebeldes.

A la entrada del campamento de Fallah, un cartel sigue anunciando la "próxima construcción de 1.187 viviendas" a cargo de una compañía turca. Por el momento, las hileras de barracones resultan mucho más acogedoras que las enormes y desnudas estructuras de hormigón.

"Solo en este campo hay unas 200 familias, todas de Tawergha", explica Abdurrahman Abudheer, trabajador voluntario desde hace un mes. Si bien el número de desplazados aumenta cada día, también lo hace el de aquellos tripolitanos que se acercan a ayudar.

El 7 de septiembre, Amnistía Internacional expresó su preocupación por los crecientes casos de "represalias y detenciones arbitrarias" contra la población de Tawergha.

En el mismo informe, la organización aseguró que decenas de miles de sus antiguos residentes –Tawergha es hoy una ciudad fantasma– pueden estar viviendo en condiciones similares a la del campamento de Fallah, o incluso peores.

"Muchos llegan después de haber pasado días viviendo en la playa, la mayoría tienen miedo incluso de andar por la calle", apunta el voluntario Abudheer, quien precisa en 27.000 el número de tawerghíes dispersos principalmente entre Trípoli y la oriental Bengasi, la segunda ciudad de Libia.

El escenario de gente hacinada en barracas rodeadas por alambradas sobre las que se seca la ropa también se repite en Tarik Matar, a escasos cinco minutos de distancia en automóvil. El censo más reciente habla de 325 familias de Tawergha y siete de Abu Salim.

Desde la habitación que comparte con ocho miembros de su familia, Azma enseña la foto del que más echan de menos. El 13 de septiembre, su hermano Abdulah fue sacado del automóvil en el que viajaba con sus tres hijos y su hermana en un puesto de control en las afueras de Trípoli.

Lo último que supieron de él fue lo que decía su autopsia: "Numerosos traumatismos provocados por objetos sólidos y flexibles por todo el cuerpo, especialmente en cabeza y pecho".

Frente a antecedentes como este, los familiares de los siete jóvenes que se llevaron el martes 1 temen que corran un destino similar.

"Decían que habían visto sus caras en vídeos y que se los llevaban para asegurarse. No sabemos nada de ellos", explica la hermana de uno de ellos. Dice estar muy asustada y prefiere no dar su nombre.

Mabrouk Mohammad, también desplazado en el campamento de Tarik Matar, dedica hoy su vida a coordinar la entrada de alimentos y suministros al complejo, gran parte de los cuales llega a través de iniciativas privadas.

"Necesitamos seguridad en el lugar donde nos encontramos ahora y que los de Misurata nos dejen volver a nuestras casas sin temor a represalias", explica junto a la puerta del "barracón-supermercado" este exprofesor de educación física.

Pero volver a su Tawergha natal es un sueño que la mayoría aquí ha dejado de acariciar. Ni siquiera pueden garantizar su estancia en un lugar tan precario como este.

Abdulah Fakir, principal responsable del Consejo Militar de Trípoli, expresó a IPS su decisión de aumentar la seguridad en los campamentos "en aras de evitar episodios como el del pasado martes". Mohammad no duda de las buenas intenciones del mando militar, pero sí de que pueda evitar futuros y previsibles episodios de violencia contra su gente.

"Los de Misurata nos acusan a todos, sin distinción alguna, de los crímenes más horribles. El pasado martes vinieron casi 100 guerrilleros pertenecientes a seis milicias en busca de aquellos desgraciados", explica Mohammad. "Son muy fuertes hoy en Trípoli, hasta el resto de los combatientes les tienen miedo".(FIN/2011)

2/3---------------------------------------------------------------------OCT 2011 El odio divide a la Libia post-Gadafi
Por Simba Russeau

 

 


Lograr la unidad nacional es el principal desafío tras la caída y muerte de Gadafi.

 

Crédito: Karlos ZurutuzaI/IPS

 

 

EL CAIRO, oct (IPS) - Acabado el régimen de Muammar Gadafi, que gobernó Libia con mano de hierro durante cuatro décadas, el odio racial sale a la superficie.

Los libios ahora tienen como objetivo construir una democracia viable, elaborar una nueva Constitución y organizar elecciones parlamentarias y presidenciales.

Pero los líderes del Consejo Nacional de Transición (CNT) luchan aún por lograr una voz común.

Esta dificultad fue reconocida por el propio primer ministro interino Mahmoud Jibril quien, al anunciar el 22 de este mes su renuncia, señaló que la unidad nacional sería el principal desafío de aquí en más.

"Sacar las armas de las calles, establecer la ley y el orden y unir a las facciones dispares del CNT son las principales prioridades tras la muerte de Gadafi", dijo en una declaración a la prensa tras la reunión regional del Foro Económico Mundial, celebrada en Jordania.

Con más de 140 tribus y clanes, Libia es considerada una de las naciones más fragmentadas en el mundo árabe. A pesar de la modernización, el tribalismo sigue teniendo fuerza en un país ahora inundado de armas.

Casi 40 milicias independientes han emergido durante la rebelión y continúan activas.

Hay dudas sobre si el CNT tiene la capacidad de gobernar sobre los varios grupos, muchos de los cuales tienen intereses enfrentados y cuentas del pasado.

Para los libios del sur, este panorama desalentador ya se ha convertido en realidad. Tawergha, localidad ubicada a unos 64 kilómetros al sur de la norteña Misurata, sobre la costa occidental del Golfo de Sirte, era hogar de unas 20.000 personas. Ahora se ha convertido en un pueblo fantasma.

Según algunos libios, Tawergha recibió ese nombre porque su población tenía la piel oscura como los miembros de la etnia bereber "tuareg".

Los tuareg, que habitaban las fronteras con Chad, Níger y Argelia, eran históricamente nómades que controlaban las rutas de comercio a través del desierto del Sahara y tenían la reputación de ser ladrones.

En los años 70, Gadafi reunió a los tuaregs y otros reclutas africanos para formar su batallón de elite conocido como Al Asmar, que significa "los negros" en árabe.

Bajo la supervisión de Gadafi, estas milicias por lo general participaban de expediciones en países vecinos. En el comienzo de la revuelta del país, en febrero de este año, muchos tuaregs fueron enviados a reprimir a los manifestantes.

Como consecuencia, el odio racial se incrementó y, en medio de reportes no confirmados de que mercenarios de otros países eran contratados por Gadafi para aplastar el descontento popular, nació otro enemigo común: los africanos de raza negra.

En ojos de los habitantes de Misurata, los tuaregs son responsables de algunos de los peores abusos a los derechos humanos durante el cerco de Gadafi a esa ciudad entre marzo y abril.

El 15 de agosto, en lo que organizaciones de derechos humanos consideran ataques de represalia, fuerzas rebeldes bajo el nombre común de "La Brigada de Purga de Esclavos de Piel Negra" habrían detenido y desplazado a cientos de tuaregs, mientras otros han desaparecido.

"Si regresamos a Tawergha, quedaremos a merced de los rebeldes de Misurata", dijo a Amnistía Internacional una mujer que ha estado viviendo en un tienda de campaña con su esposo y cinco niños.

"Cuando los rebeldes entraron a nuestra ciudad a mediados de agosto y la bombardearon, nosotros huimos llevando la ropa en nuestra espalda. No sé qué pasó con nuestros hogares y con nuestras pertenencias. Ahora estoy aquí en este campamento, mi hijo está enfermo y tengo demasiado miedo de ir al hospital en la ciudad. No sé qué nos sucederá ahora", indicó.

También atrapados en el fuego cruzado de venganza están los emigrantes económicos, refugiados y buscadores de asilo de África subsahariana. Muchos han procurado refugio en los vecinos Túnez y Egipto.

"Temiendo por su vida, mis padres, que son de la ciudad de Al Fasher, en Darfur, huyeron a Trípoli en 1998. Yo nunca había vivido fuera de Libia antes de que comenzara el conflicto. Mi padre trabajó como cocinero y mi madre era una trabajadora del hogar. Antes de escapar yo estaba en mi tercer año de universidad procurando un título en el campo de la medicina", dijo a IPS Eiman, de 20 años.

"Lamentablemente, el levantamiento en Libia tuvo un desenlace sangriento porque la gente no respetó más la ley y comenzó a violar mujeres, tomar rehenes y matar a personas. Durante dos meses, mi familia permaneció atrapada en su casa", añadió.

"Acusaban y mataban a todos los hombres negros atrapados en la calle de ser mercenarios. Nuestra madre se ocupaba de reunirnos comida, pero muchos días pasábamos hambre", contó.

El mes pasado, el diario estadounidense The Wall Street Journal citó a Jibril señalando: "Sobre Tawergha, mi propia opinión es que nadie tiene derecho a interferir en este asunto excepto la población de Misurata. Este asunto no puede ser resuelto a través de teorías y libros sobre reconciliación nacional en Sudáfrica, Irlanda y Europa oriental".

Los llamados de grupos de derechos humanos a que se proteja a los habitantes de raza negra en Libia parecen haber caído en oídos sordos, y esto parece ser una mala señal de lo que está por venir.(FIN/2011)

3/3 Testigo de la situacion en Libia

 

Posted: 01 Nov 2011 04:22 PM PDT

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