Egipto y el Magreb siguen su lucha de Emancipación
01-02-11
EGIPTO
EL PUEBLO EXIGE QUE SE VAYA MUBARAK
El Gobierno egipcio saca los tanques a la calle
Declarado el toque de queda en El Cairo, Alejandría y Suez.- Enfrentamientos entre decenas de miles de manifestantes y fuerzas de seguridad.- El opositor El Baradei, en arresto domiciliario
Un camión de la policía lanza agua sobre los manifestantes en el puente Kasr, sobre el Nilo, en la capital egipcia.- GETTY
Los enfrentamientos entre policías y manifestantes en Egipto han tomado hoy mayor intensidad y, a estas horas, se han convertido ya en la mayor de las demostraciones de protesta que se han vivido en los países árabes tras la revolución tunecina. Las revueltas se suceden en las principales ciudades del país y el Gobierno se ha visto obligado a decretar el toque de queda entre las seis de la tarde y las siete de la mañana (una hora menos en la España peninsular) en el país (inicialmente lo ha hecho solo en El Cairo, Alejandría y Suez; pero horas después ha extendido la prohibición a todo el territorio). Ya hay centenares de heridos y al menos un muerto en los choques ocurridos después de la plegaria de mediodía en Suez (este del país). Además, el Gobierno ha decidido recurrir al Ejército para ayudar a la policía a reprimir las protestas y se ha visto entrar ya a los primeros vehículos militares en la capital del país y en Suez.
Los jóvenes han convocado para hoy una gran protesta en El Cairo
De poco ha servido la prohibición de permanecer en la calle. Con la llegada de la noche, las cámaras de televisión -Al Yazira está conectando en directo con las calles de El Cairo- siguen mostrando numerosas escaramuzas e incendios en la capital egipcia. El más significativo, además de la quema de varios edificos gubernamentales, ha sido el de la sede del Partido Nacional Democrático, la formación oficial del régimen. Aunque por el valor de su contenido, preocupa más que las llamas en varios edificios del centro de la ciudad pudieran afectar al Museo Egipcio.
Tampoco ha logrado hasta ahora el efecto deseado la implicación del Ejército. Grupos de personas se han subido a los carros de combate desplegados en Suez, según testigos citados por Reuters, mientras los soldados trataban de hacerles retroceder.
En El Cairo, los manifestantes han comenzado la jornada, también después de la plegaria de mediodía (el viernes equivale al domingo en los países occidentales), en las inmediaciones del palacio presidencial para tratar de avanzar desde allí hacia la céntrica plaza de Tahrir, aunque cualquier edificio gubernamental ha sido bueno para que concentrar una multitud frente a él. Los agentes están intentando desviar a los manifestantes a Garden City, un barrio que fue concebido por los británicos durante la colonización para evitar las protestas, debido a su forma laberíntica. La policía se ha aplicado en dispersar a la gente, aunque pronto surgían nuevos grupos de personas protestando. Iban equipados con agua, bebidas carbonatadas y refrescos de cola, que están comenzando a agotarse, porque han aprendido de la protesta de Túnez que estas bebidas son las más eficaces contra los efectos de los gases lacrimógenos. La protesta en la capital ha provocado más de 400 heridos de diversa consideración, según fuentes médicas consultadas por Reuters.
El régimen egipcio de Hosni Mubarak ha bloqueado el acceso a Internet en todo el país árabe en un intento de hacer fracasar la gran jornada de protestas prevista para este viernes y en la que por vez primera iban a participar los Hermanos Musulmanes, la gran fuerza islamista de Egipto, y Mohamed El Baradei, quien ha sido puesto en arresto domiciliario. Los jóvenes egipcios y los organizadores de las marchas que desde el martes se llevan a cabo por todo el país han empleado masivamente Facebook y Twitter para coordinarse. Ahora ya no lo podrán hacer. Además, desde esta mañana tampoco funcionan los teléfonos móviles en El Cairo y posiblemente tampoco en el resto del país, por lo que los participantes en las manifestaciones tampoco están pudiendo enviar mensajes ni hacer llamadas.
El bloqueo de las comunicaciones no está siendo la única medida del régimen. También está la contaminación de las informaciones. En la televisión estatal, se ha reconocido que los manifestantes "han tomado las calles", aunque según una curiosa interpretación lo han hecho "para expresar su apoyo a Mubarak". Coherentemente con esas informaciones, los reporteros de la televisión estatal han señalado que "no se ha producido ningún enfrentamiento" ni ningún "acto de violencia por parte de las fuerzas de seguridad", aunque han reconocido "algunas interrupciones" en los servicios de teléfono móvil. Todas estás informaciones están siendo recogidas y difundidas en Twitter por Sultan Al Qassemi , un reconocido periodista de Emiratos Árabes Unidos.
Los islamistas se unen a la protesta
Y es que numerosas miradas en el mundo árabe están siguiendo todo lo que pasa el Egipto, que vive las protestas más multitudinarias vistas en los últimos 30 años. El pistoletazo de salida se ha dado después de la oración (el viernes equivale al domingo occidental). Hoy era el día de la gran revuelta, con mayor participación prevista que en los días previos según los organizadores de la protesta contra el Gobierno del presidente Hosni Mubarak, mayoritariamente jóvenes que se han servido de las redes sociales. Ningún partido, ningún líder político se había destacado como guía. Al menos hasta ayer.
"Si la gente, en particular los jóvenes, si ellos quieren que lidere la transición no voy a defraudarlos". Mohamed el Baradei aterrizó el jueves en el aeropuerto de El Cairo con la intención de unirse hoy a las protestas que desde el martes se llevan a cabo por las calles de todo el país. Ayer por la noche el principal partido opositor, los Hermanos Musulmanes, anunció que también estará presente en las calles. "Los Hermanos Musulmanes participaremos en las manifestaciones del viernes del cólera... con todas las fuerzas nacionales y el pueblo egipcio", afirma en un comunicado uno de los dirigentes del partido, Saad Katatni. El grupo asegura que no quieren protagonizar las protestas, pero que finalmente han decidido asistir y que están "dispuestos a mantener una firme presencia en las calles" si la situación lo requiere, según las palabras del portavoz Mohamed Morsi recogidas en la web del partido.
En un día que ya se prevía intenso, la tensión no tardó mucho en estallar. Anoche mismo, pocas horas después del comunicado de los Hermanos Musulmanes, las fuerzas de seguridad del país detuvieron a ocho de sus dirigentes más destacados y a otras personas de la organización. Según algunas fuentes, serían hasta 20 personas las arrestadas. "La policía ha detenido a Essam El-Erian y Mohamed Mursi [dos destacadas figuras de la fuerza islamista], y hay otros detenidos. Mucha gente; es difícil conocer el número exacto", confirmó a la agencia Reuters el abogado Abdel-Moniem Abdel-Maksoud. "La razón es conocida: es por lo que se espera que pase mañana [por hoy]".
A pesar de que la formación de los Hermanos Musulmanes no está originalmente detrás de las protestas de los últimos días, pide la disolución del Parlamento así como también la liberación de las personas que han sido detenidas desde que éstas empezaran. Más de un centenar de miembros del partido, ilegal pero tolerado por el régimen, ya fue detenido poco antes de las elecciones del pasado noviembre, de las que acabaron por retirarse al considerarlas fraudulentas.
Las demandas de Los Hermanos Musulmanes
Los Hermanos Musulmanes advirtieron al Gobierno de Mubarak a través de un comunicado colgado en su web el pasado 19 enero (seís días antes del martes de la ira) de que la paz no durará mucho si no se acometen una serie de reformas urgentes. Los islamistas fijaron cinco objetivos principales:
1) Abolición del estado de emergencia, vigente desde 1981, y que en mayo de 2010 se renovó. Amparándose en este estado la policía reprime sistemáticamente a los hermanos, que aunque están ilegalizados como partido son semitolerados por el régimen y se les permite presentarse a las elecciones como independientes
2) Disolución del Parlamento y celebración de elecciones libres y justas. En diciembre Egipto celebró unos comicios parlamentarios marcados por el pucherazo y en los que el gobernante Partido Nacional Democrtático de Mubarak barrió a la oposición.
3) La enmienda de los artículos 76, 77 y 78 de la Constitucion, relacionados con el sistema electoral
4) Unas elecciones presidenciales en base a esas enmiendas
5) La desestimación del actual Gobierno y la formación de uno nuevo que responda a las demandas del pueblo egipcio
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El mundo árabe empieza a notar el efecto contagio de Egipto
La protesta, que ha estallado en El Cairo tras el cambio en Túnez, se deja notar en Yemen, Jordania, Arabia Saudí y Siria
28/01/2011
Como un reguero de pólvora, una ola de cambio parece recorrer el mundo árabe. Tras la revuelta de Túnez, que acabó con la dictadura de Ben Ali, el gran día de la protesta ha estallado hoy en Egipto y el efecto de contagio se ha dejado notar en otros países como Jordania, Arabia Saudí y Siria.
Si ayer miles de yemeníes exigieron en las calles de Saná el fin del régimen de Ali Abdalá Saleh, hoy han sido los jordanos quien han salido a la calle tras las oraciones musulmanas del viernes para pedir al rey Abdalá II la destitución del primer ministro, Samir Rifai, y la adopción de reformas económicas y políticas en el país.
Los ciudadanos de Jordania se han manifestado por tercera semana consecutiva en las calles de la capital, Ammán, y en las ciudades de Irbid, Zarqa, Ajlun, Mafrak, Karnak y Aqaba. Los partidos islámicos en la oposición, los sindicatos, la sociedad civil y los grupos de activistas han convocado y liderado las protestas. Los participantes han levantado pancartas y han gritado consignas pidiendo al rey Abdalá II que destituya al Gobierno de Rifai porque, según los manifestantes, ha fracasado en su intento de satisfacer las exigencias de los ciudadanos jordanos.
En Arabia Saudí, las autoridades han detenido a docenas de manifestantes en Yeda que protestaban por la situación de pobreza tras las inundaciones. La protesta, convocada por mensajes de SMS, ha obligado a muchos comercios de la principal calle de Yeda a cerrar mientras se podían oír gritos de "Dios es el más grande" antes de los disturbios. En Siria, se ha convocado una manifestación masiva para el 5 de febrero.
Túnez ha servido de inspiración para estos países, como en el caso de Yemen. Los yemeníes se rebelaron ayer contra la carestía de alimentos, la corrupción y el nepotismo. Para evitar estas revueltas, por su parte, Marruecos decidió tomar medidas como subvencionar aún más hidrocarburos y alimentos básicos. Marruecos es el país norteafricano menos afectado por la onda expansiva de la revolución tunecina.
Sin embargo, Túnez está lejos de la calma. La Policía tunecina ha irrumpido hoy en el campamento de protesta que han instalado cientos de manifestantes junto a la oficina del primer ministro tunecino, Mohamed Ghannouchi, para dispersar a los asistentes. Los agentes han lanzado gases lacrimógenos contra los manifestantes, llegados de distintos puntos del país y acampados desde el pasado domingo, después de que estos les lanzaran piedras.
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TUNEZ
La «calle» tunecina
POR SAMI NAÏR
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28/01/2011
En Túnez, sigue el pulso entre el gobierno y la población sublevada. El cambio de gobierno ocurrido el 27 de enero es una victoria de la calle; el mantenimiento del primer ministro Ghanuchi, símbolo de la colaboración obediente a Ben Ali, es en cambio una garantía dada a los partidarios de una cierta continuidad. Nada está pues decidido y todo parece cada vez más incierto a medida que pasan los días. Es sin duda inevitable, dado el carácter absolutamente original e inesperado de la revuelta contra el régimen de Ben Ali . El movimiento ha surgido de las bases profundas de la sociedad, de las clases populares más desheredadas; arrancó de la periferia del país, de las ciudades y pueblos más pobres, para desplegarse en oleadas hasta las ciudades más señoriales y alcanzar por último Túnez, la capital.
Estamos ante un movimiento espontáneo, estimulado solamente por la cólera, el rechazo a padecer los símbolos, los hombres y las mujeres del poder indigno. Pero desde antes de la explosión, los sindicatos regionales y la dirección nacional de la UGTT habían sostenido reivindicaciones sociales concretas (empleo, rechazo de la precariedad, aumento del poder adquisitivo, etc) para paliar los efectos de las grandes desigualdades que se han producido estos últimos años.
Lejos de apaciguar estas reivindicaciones, la huída del ex presidente las ha incrementado: asistimos a un cara a cara entre las aspiraciones populares, la "calle", y las resistencias del sistema instaurado por Ben Ali. La revuelta popular reviste dos aspectos: por un lado, lo que se exige es la disolución de las estructuras políticas del antiguo régimen y la desaparición de los hombres y mujeres que los representaban; por el otro, una demanda de reforma profunda de las relaciones entre grupos sociales que favorezca los intereses de los más desamparados. Todo ello en un contexto de desorganización flagrante y de ausencia de dirección política reconocida y legítima. La figura de esta confrontación es la que opone al gobierno, sin legitimidad real, y la calle, sin legitimidad formal. Es en este crisol donde se resolverá en las semanas y meses venideros la revolución democrática tunecina.
Lo que ha hecho la fuerza de esta revolución ha sido de entrada la alianza de todas las clases y grupos de la sociedad para deshacerse de la dictadura ubuesca de Ben Ali; mientras dure esta alianza, las fuerzas que podrían tirar de un lado u otro al país no pueden hacer gran cosa. Pero basta que aparezcan fisuras entre estas fuerzas sociales para que la batalla cambie de contenido. Es por ello que a los partidarios del antiguo régimen les interesa romper este frente de clase para captar las fuerzas que querían la desaparición de la dictadura pero no del sistema social que les aseguraba una situación cómoda.
Las clases medias son aquí los principales objetivos. Se han diferenciado estos últimos diez años. Se han constituido unas clases medias altas en el ámbito de los negocios, de las profesiones liberales, del comercio y de los servicios, pero la mayoría se ha desclasado socialmente y ha quedado relegada o bien a un funcionariado mal pagado, o directamente a la pobreza. Éstas últimas son las clases sociales que, junto con las clases populares precarizadas y marginadas, han sido la punta de lanza de la revuelta. La indecisión de las orientaciones políticas y sociales del poder actual, añadida a la inseguridad contrarrestada de momento por el toque de queda, podría provocar una situación caótica propicia para la ruptura de la solidaridad entre las clases.
El tiempo juega en realidad a favor de los partidarios de la autoridad, que esperan la ampliación de esas fisuras para presentarse como un mal menor frente al caos. Ya los grupos sociales privilegiados denuncian la huelga que persiste, el cierre de los colegios, la inactividad de los servicios públicos, etc. El tema de la seguridad, el rechazo al "desorden", hace pues su aparición y puede convertirse en el punto de unión de todas las fuerzas que por razones a menudo distintas no quieren correr el riesgo de la aventura.
El jefe del gobierno intenta reunir alrededor suyo el más amplio abanico de representantes de la sociedad. Pero a falta de refundición de las instituciones y de reformas de estructura, tendrá dificultades en convencer. La policía se esconde y el ejército se mantiene de momento en una posición arbitral. El general Rachid Ammar, jefe del estado mayor, ha recordado durante una manifestación que "el ejército nacional es garante de la revolución". Frase que puede tener varias interpretaciones. Las manifestaciones en El Cairo van a ayudar seguramente a los tunecinos en su determinación. Pero la represión que empieza en Egipto dará también ideas a los enemigos de la democracia en el mundo árabe.
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TUNEZ
28-01-2011 |
Fotos de Ainara Makalilo |
A las 9.30 de la mañana un taxista responde a nuestra pregunta sobre Mohamed Ghanoushi con un razonamiento impecable:
- ¿Sabes por qué quiero que se vaya? Porque no quiere irse. Si no quiere irse es que oculta algo. Si oculta algo, no puede ser algo bueno. Y si oculta algo malo, tiene que irse.
Doce horas después sabremos que Mohamed Ghanoushi sigue en su puesto. El nuevo gobierno de transición, del que han salido todos los antiguos miembros del RCD, incluido Friaa, el odiado ministro del Interior, mantiene en cualquier caso al presidente y al primer ministro.
Pero todavía no lo sabemos. El día en que el pueblo tunecino cumple su segunda semana de vida no nos despierta el helicóptero militar sino el repiqueteo nutrido de la lluvia. Con el corazón encogido, pensamos en colchones y mantas empapados de agua y en cuerpos ateridos de frío. La Qasba, la casa del pueblo, de pronto se ha quedado sin techo.
- La revolución no es la capital -nos dice el periodista Fahem Boukadous. -La Qasba es sólo una de las muchas expresiones de protesta; un símbolo, sin duda, porque concita la atención de los medios, pero la revolución empezó en las regiones y allí sigue muy activa. Ayer se manifestaron 80.000 personas en Sfax y hoy la ciudad ha quedado paralizada por una huelga general. En Gafsa, en Sidi Bousid, en Tela hay concentraciones y protestas.
Fahem Boukadous está contento. Es un hombre feliz. Liberado el día 19 de enero, cinco días después de la huida del dictador, ha salido a la calle en un Túnez volteado por la revolución. Llevaba seis meses en prisión, pero no era la primera vez que sufría los rigores de la dictadura. En 1999, tras pasar por las cámaras de tortura del ministerio del Interior, fue condenado a tres años de cárcel, de los que cumplió 19 meses antes de ser indultado por una “gracia” presidencial. Persecución, clandestinidad, incansable combatividad, Fahem nació en Regueb, pertenece al Partido Comunista Obrero de Túnez, dirigido por Hama Hamami, y gran parte de su actividad política ha estado centrada en el periodismo militante. Fue el primero que, en 1998, denunció las actividades mafiosas de las cinco familias que dominaban el país. En 2003, instalado en Gafsa, se convirtió en corresponsal de Al-Badil y tres años más tarde en responsable de la emisión tunecina de Al-Hiwar-TV, un canal vía satélite. En 2008, cuando estallan las revueltas en la cuenca minera de Gafsa, ensayo general de la actual revolución, este medio precario, pero inalcanzable para el gobierno, se convierte en el centro radial de las imágenes de las protestas. Fahem Boukadous, desde esa posición privilegiada, catalizó el malestar de los jóvenes de la región, proporcionándoles un medio de expresión y convirtiéndose por tanto en una amenaza para la dictadura.
- Es lo que yo he llamado “medios populares” -dice. - Cientos de jóvenes, a los que parientes emigrados habían regalado una cámara, se convirtieron en periodistas. Yo sólo tenía que reunir esas imágenes y hacerlas circular.
Las revueltas de la cuenca minera, de las que sólo se ocupó Al-Hiwar-TV, pusieron a prueba un régimen dentro del cual había ya fisuras y forcejeos. En junio de 2008, tras meses de protestas, Ben Alí decidió extirpar de raíz el movimiento. Redeyev fue tomada por 4.000 policías que asaltaron y saquearon las casas, rompieron los muebles, pegaron a las mujeres. Hubo dos muertos. La ciudad, en un anticipo de lo que ocurriría dos años después en todo el país, fue parcialmente ocupada por el ejército.
- En Redeyev el movimiento estuvo dirigido por sindicalistas y militantes, pero en los otros pueblos de la cuenca minera fueron los propios jóvenes los que se organizaron y coordinaron las protestas.
En enero de 2010, en un juicio que duró cinco minutos, Fahem Boukadous fue condenado a 4 años. Tras negarse a pedir perdón al dictador y pasar por el hospital, de donde la policía trata de llevárselo dos veces, ingresa finalmente en prisión el 15 de julio de 2010. Allí escribe sin parar; prepara un libro sobre las revueltas de Gafsa. Entra en contacto con los presos comunes y trata de formarlos políticamente, lo que provoca la intervención del director del penal. Gracias a la solidaridad de uno de los médicos, recibe informaciones de la muerte de Mohamed Bouazizi y de las reacciones populares que desencadena, cuya velocísima expansión aún le maravilla.
Sobre la relación que existe entre las revuelta de 2008 y la revolución de 2011, Fahem Boukadus insiste en tres puntos:
El primero es la lección de resistencia de los habitantes de Redeyev y de toda la cuenca minera, que se acumula en la memoria colectiva del país.
El segundo es la participación en el movimiento de 2008 de los diplomados en paro, una de las fuerzas hoy protagonistas en el proceso revolucionario.
El tercero es la importancia de los “medios populares”. Al-Hiwar-TV y los CD caseros han sido sustituidos por Facebook, a través del cual se ha roto la mordaza de la censura.
- ¿Por qué el movimiento de Redeyev fue derrotado y el de Sidi Bousid, en cambio, se extendió de ciudad en ciudad hasta alcanzar la capital? Ese es precisamente el elemento de contingencia que ningún análisis histórico puede adelantar o explicar.
Fahem Boukadous no cree que haya habido ninguna intervención de EEUU para facilitar la caída del dictador. La revolución ha cogido con el pie cambiado a las grandes potencias y si naturalmente ahora maniobran en busca de “estabilidad”, está seguro de que no podrán detener el proceso de cambios.
- El régimen sigue ahí, no sólo dentro de la policía y el aparato del Estado sino también en los medios de comunicación y en Internet -dice. - Hay que aprovechar el momento para crear nuevos medios y nuevos formatos. También hay que establecer una coalición entre periodistas tunecinos y extranjeros porque necesitamos experiencia y formación.
Hay que ir a los pueblos, dice Fahem, y es verdad. No obsesionarse con la Qasba, y es verdad. Pero la Qasba tiene estos días un poder de absorción casi alucinógeno. No puede haber una plaza más hermosa en todo el mundo ni una situación más anómala. Tampoco una emoción extra-corporal más fluida ni imprevisible. Porque ocurre hoy que la lluvia, en lugar de dispersar a la gente, la ha multiplicado, como si fuesen de hierba y no de carne. Tan grande es la multitud que durante unas horas el ejército cierra los accesos y sólo podemos entrar con el conjuro del periodismo. Pocos minutos antes de nuestra llegada -nos cuenta Aisa, el hermano de Che Guevara- un alto funcionario del ministerio de Defensa, rodeado de soldados, se ha dirigido a los concentrados a través de un altavoz, asegurándoles que ya se habían tomado medidas para proporcionar trabajo a todo el mundo y rogándoles que abandonasen la plaza. La respuesta unánime ha sido un vocerío de “degage”, “degage”, “degage”. Lo que ocurre como excepción es un milagro; pero lo que ocurre una vez más contra todas las previsiones también lo es. Hay algo casi sobrenatural ya en esta obstinación que ignora el frío, las provocaciones, las agresiones, y que se mantiene tranquila, festiva, gritona, por quinto día consecutivo. Aisa teme una intervención del ejército para desalojarlos, pero lo cierto es que el ambiente ha cambiado de nuevo y la electricidad del día anterior se ha extinguido bajo el aguacero.
A Salem Hiyri, hombre de Nabeul de 60 años, tuvieron que hospitalizarlo tras las agresiones de los sicarios armados que sembraron el terror la noche anterior. Hoy está sereno y determinado:
- Tienen la policía, el dinero, el poder, pero nosotros tenemos la fuerza del pueblo y nuestra cultura superior.
El hecho de estar todos juntos reúne los razonamientos y singulariza las conductas.
Un grupito ha iniciado una huelga al mismo tiempo de hambre y de silencio.
Otro exhibe carteles de solidaridad con el pueblo egipcio, que imita al tunecino en El Cairo y en Ismaeliya, y eso hasta el punto de utilizar (como vemos luego en la televisión de un café) sus mismas consignas: “degage” y “as-shaab iuridu isqt al hukuma” (“el pueblo quiere derrocar al gobierno”).
Cuando la lluvia arrecia se tiende un enorme techo de plástico sobre las miles de cabezas, porque la plaza del pueblo es, como los coches de lujo, descapotable.
Tariq y Maki, dos estudiantes de informática que viven en Túnez capital, se sienten orgullosísimos cuando les decimos que el pueblo tunecino está mucho más desarrollado que el español o el italiano. Y se burlan con ingenio de la pretensión del gobierno de que los bárbaros civilizadores congregados en la plaza “vuelvan al trabajo”.
- ¡Pero si están en paro! Hay que agradecerles lo que hacen. Los otros trabajan y ellos se rebelan. Eso se llama división del trabajo.
Pero lo que más nos impresiona hoy es Hodé, una mujer pequeña, flaca, nerviosa, que no deja de hablar mimando con manitas elocuentes la historia de la batalla eterna contra la injusticia. Tiene 38 años, limpia casas y gana 150 dinares al mes (75 euros). Separada del marido, se ocupa ella sola de un hijo de 8 años al que ha dejado en casa de unas vecinas para poder pasar la noche en la Qasba. Se ha subido a un poyete para no estar por debajo de nosotros y se expresa con una precisión de cuchilla, con la pasión de una enamorada. Sus ojos relampaguean con la pureza fanática de los personajes de Dostoievsky. Cuenta una larga historia de humillaciones y no se siente humillada; de dolores y no pide compasión; de ignorancia y reclama su derecho a hablar y a que la escuchen. No cabe duda, al oírla, de que su hijo está bien protegido entre sus manos. Y, como tantos de los que se encuentran en esta plaza, no conoce ni una palabra de francés.
- Soy una ciudadana -¡una ciudadana!- lo mismo que tú. No he leído ni estudiado, pero tengo cerebro y ojos y sé contar lo que pienso y lo que veo. Quiero derecho, no dinero. Quiero mis derechos. No tengo miedo de nada ni de nadie; no me doblego ante ningún ser humano y los ministros son seres humanos como yo. Es a nosotros, y no a los ministros, a los que tenéis que escuchar los periodistas. Porque ellos sólo tienen palabras, que son falsas, mientras que nosotros tenemos el cerebro y los ojos. ¿Está claro?
Clarísimo. Los valientes tunecinos han demostrado estos días que su bandera es una llama y su himno una Marsellesa. Esta mujer demuestra que el despreciado dialecto tunecino es una lengua. Y ha llegado quizás la hora de devolverle su dignidad junto a la de sus hablantes.
Fahem Boukadous, que había anticipado los cambios en el gobierno anunciados por Ghanoushi esta noche, se equivocaba sin embargo al garantizar el rechazo de la UGGT al nuevo gabinete. No participa de él, pero le reconoce legitimidad. Sin duda esa decisión voltea nuevamente la situación. La potencia de la UGTT ha permitido en estos días mantener la presión sobre el gobierno mediante huelgas y concentraciones; ahora este acuerdo aisla las protestas populares y las vuelve vulnerables. Como escribía Fathi Chamkhi a media tarde: “si esta nueva versión del Gobierno de Unidad Nacional se acepta mañana, se podría decir que el tira y afloje que dura desde el 15 de enero entre el campo revolucionario y el de la contrarrevolución, ha sido momentáneamente ganado por este último”. Es exactamente lo que ha ocurrido.
Los tunecinos empujaron y empujaron y Ben Alí los llamó “terroristas”. Y empujaron y empujaron y Ben Alí prometió retirarse en 2014. Y empujaron y empujaron y Ben Alí prometió elecciones en seis meses y levantó la censura. Y empujaron y empujaron y Ben Alí huyó del país. Y empujaron y empujaron y tumbaron el primer gobierno de coalición. ¿Seguirán empujando los tunecinos ahora que saben que empujar y empujar no es inútil?
Tras el anuncio del nuevo gobierno por televisión, llamamos a nuestros amigos en la Qasba para conocer su reacción. Tras un instante de alegría y luego de desconcierto, nos dicen, se ha restablecido la normalidad; es decir, la obstinación. No hace falta que lo digan. A través del teléfono nos llegan los gritos: “degage”, “degage”, “degage”.
Mañana será el primer día del nuevo gobierno y el decimoquinto del pueblo tunecino.
Libertad de prensa
Obstinación
La plaza más hermosa del mundo
Niña y bandera
El pueblo descapotable
Sujetando el cielo
Si los gobiernos callan, las paredes hablan
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