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Trabajos de miseria para el año 2010 - Crece la economía informal y por ende la explotación.

El País

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JOAN M. OLEAQUE

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2010-01-07

Trabajos reventados, a veces pintorescos y arrastrados, han arreciado durante el pasado 2009 y llevan camino de consolidarse en 2010 como una forma de supervivencia frente a una crisis económica cuya insistencia se teme como un cáncer. Ha explotado la supervivencia a cualquier coste para comer al sueldo que sea, en un tejido como el valenciano, donde la tradicional economía sumergida permite bien esta tendencia.

Si la media de la economía sumergida en la Europa comunitaria estaría en torno al 15%, en España puede situarse en el 23% del PIB (más de 200.000 millones de euros). Trasladado a la Comunidad Valenciana, la cifra de dinero negro se traduciría en más de 20.000 millones de euros.

En las farolas, en las paredes, abundan los anuncios caseros y fotocopiados de pintores, yeseros, encofradores y fontaneros a domicilio dispuestos a hacer cualquier arreglo sin factura, sin nada, y con precios de batalla: piso de 90 metros, pintado por 400 euros. Lo mismo sucede en el mundo del arreglo de motor o de chapa del automóvil. “La venta de piezas en desguaces se ha disparado, así como los trabajos en talleres sin papeles”, indica Francisco, empresario de este sector en Castellón. “Pero si llamas a inspectores para comentarles que hay tal o cuál taller irregular, te acaban inspeccionando a ti por haber puesto en marcha el tema con tus quejas: los talleres ilegales, no constan en ninguna parte, y no entran en la rueda de revisiones”.

El prototipo de trabajador “B” lo forman parados que buscan complementar su prestación con actividades no declaradas. Y ya hace tiempo que este asunto va mucho más lejos de los inmigrantes. Los españoles han vuelto a la recogida de naranjas; y a participar de la venta de fruta low cost, incluso a trabajar el campo por poco más de tener derecho a comer lo que se cultiva semanalmente. Es duro, pero permite más dignidad que buscar comida en la puerta de supermercados, algo ya usual. La última modalidad de esta búsqueda llega por mar, y se da en los puertos de pescadores. Se trata de personas – por ahora, inmigrantes – que se brindan a ayudar a los pescadores en la descarga de cajas a cambio de pescado. La modalidad se detectó primero en Barcelona, y ya ha llegado a los puertos pesqueros castellonenses. Se teme que, como sucede en Cataluña, algunos puedan dar el paso a revender a otros el pescado que se les da: así son las cosas en la miseria pura.

Es esta misma condición la que ha puesto en boga algo tan hasta no hace mucho sorprendente como la búsqueda de hierros y chatarra para vender. En este ámbito, que crece día a día, se han especializado en Valencia los 3.000 inmigrantes rumanos de etnia gitana que viven en la provincia. El kilo se paga a 20 céntimos, y sacar 20 euros al día, es todo un triunfo. Otra cosa es el cobre, que se paga a un euro el kilo, y que ha propiciado las diferentes mafias se hayan dedicado a su robo (sólo en octubre de 2007 fueron robados 40.000 metros de cable en Alicante)

“Yo entiendo la situación de los necesitados, pero ellos no nos pueden perjudicar”, indica un taxista de una compañía local valenciana. “En el aeropuerto de Manises hay quienes contactan con pasajeros para llevarles a su casa en coches particulares por dinero”. Muchos inmigrantes que llegan en vuelo utilizan este servicio barato. Que encuentra su equivalente en servicios no reglados a la hora de hacer mudanzas, transportar muebles por piezas comprados en grandes superficies. Las furgonetas sin identificar esperan en el mismo aparcamiento, y se ofrecen precios de oferta.

“La miseria se nota también en el mundo de la noche”, añade un portero de discoteca que trabaja en la comarca de La Ribera, “da igual que quieran examinar a los porteros, muchos dueños optan por chavales en paro que cobran en negro, y que igual les hacen de machacas, que de camareros que de cosas menos claras”. Pueden regular, por ejemplo, la posible venta de drogas o cobrar deudas.

Alejados de esta crudeza, la compraventa de oro, o todos los oficios relacionados con el remiendo – ropa, zapatos, objetos de la casa, electrodomésticos – cobran cierto auge. También, los servicios a domicilio de todo tipo. Por ejemplo, para inmigrantes africanas, las peluqueras se ofrecen a hacer trenzas capilares a domicilio a 20 euros (hace años, por una melena a trenzas se cobraban 60 en peluquería). La manicura y pedicura es cara, y en zonas universitarias hay cantidad de anuncios que ofrecen a hacer a domicilio ambas cosas por entre 7 y 10 euros. También, en zonas de este estilo, se ofrecen clases particulares y en casa de inglés o alemán a 7 euros, y hasta clases de guitarra o piano ya no barato, sino “totalmente negociable”.

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