Reflexiones acerca de la ejecución de Osama Bin Laden
Introducción
Este texto empezó a ser escrito un día después del anuncio de la eliminación física de Osama Bin Laden en la ciudad de Abbotabad, en el Pakistán, en la noche del 1º mayo para el 2 del mismo mes. El mismo es fruto tanto de un juicio del accionar imperial en defensa de sus supuestos intereses, así como es un análisis de proyecciones de corto y mediano plazo después del asesinato del líder público de la red integrista sunita Al–Qaeda.
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Los métodos de los EUA para defender la “democracia”
Pasados algunos días después de la eliminación física de Osama Bin Laden, constato algo que los entusiastas de la “Guerra contra el Terror” insisten en omitir o no ver. Hace casi una década que toda la escalada de respuestas contra la acción de los integristas de Al–Qaeda opera sobre la más profunda ilegalidad y de forma imperial.
Osama fue muerto empleando fuerzas especiales de los Estados Unidos operando en un país extranjero. Estos militares fueron transportados en helicópteros de combate, violando primero el espacio aéreo del Pakistán y, posteriormente, el territorio de un Estado soberano. Aunque los mandos pakistaníes sean aliados de larga data del Pentágono –desde el periodo de la Guerra Fría y de las batallas aéreas contra la India en los cielos de Cachemira– el alto mando del “país amigo” ni siquiera fue informado de la operación. Para justificarlo, el director de la CIA, Leon Panetta, afirmó que Washington no avisó a las autoridades en Islamabad (capital del Pakistán) porque habría el riesgo real de que blanco fuera alertado.
Retornando un poco en el tiempo, la recolección de datos para la acción que eliminó al ex–aliado de los EUA en la Guerra del Afganistán fue realizada violando cualquier sombra de derecho internacional. La pista para identificar la residencia de Bin Laden, conforme este blog (www.estrategiaeanalise.com.br) divulgó, fue obtenida de uno de los sospechosos de autoría del 11 de septiembre, Khalid Sheikh Mohammed. Este hombre, cuyo mandato de prisión fue una orden secreta venida del Estado Mayor Conjunto, confesó bajo tortura, estando preso en una base militar localizada también en territorio soberano de otro país extranjero. Nunca es demasiado recordar que la Base de Guantánamo es el paraíso de la ilegalidad –según las leyes de los EUA– también por encontrarse en suelo de Cuba. Por esta área, tomada a la fuerza desde la Guerra Hispano–Americana, se intenta pagar un alquiler simbólico cuyo comprobante de pago las autoridades cubanas rechazan recibir.
No para por ahí la metodología ilegal para la defensa de los “valores democráticos y occidentales”. Según este mismo blog, Abu Faraj Al–libi fue el hombre que identificó el mensajero de Bin Laden. Este alto oficial de Al–Qaeda fue prendido también sin mandato ni orden judicial alguna, secuestrado en territorio extranjero y detenido ilegalmente en una prisión o base militar de otro país, y sin ninguna comprobación oficial de su paradero.
La conclusión es obvia. Cuando en “nombre de la democracia” se justifican estos métodos, inevitablemente acaba concordándose con el terrorismo de Al Qaeda y su ideología también totalitaria.
Algunos elementos de reflexión
Hay momentos en la historia de la humanidad en que el acto de analizar en forma de texto un acontecimiento puede ser aburrido por repetitivo. Pasaron pocos días del asesinato de Osama Bin Laden en la ciudad de Abbotabad, como es ya sabido, localizada a cerca de 50 kilómetros de la capital de Pakistán, Islamabad y sede de una prestigiosa Academia Militar Paquistaní. Lo que nos resta ahora es hacer ilaciones más que delicadas, buscando entender la complejidad de ese mundo casi unipolar y para nada multipolarizado. El desafío es hacerlo sin dejar de posicionarnos, pues todo análisis deber ser elaborado con la misma frialdad operacional de quien ejecuta su predicción. Para tanto, modestamente indicamos tres factores –de los varios que aquí podrían estar presentes– reconociéndolos como complementarios del argumento principal expuesto en otro artículo. Veamos.
Los medios masivos de Occidente son una industria cómplice de su complejo militar–industrial
Hubo y sigue existiendo más del mismo. Hablo de lo ocurrido después del 11 de septiembre de 2001 nuevamente. Y no sólo de la Fox News y su cobertura rara y absurda. Podemos generalizar la complicidad de siempre de la media hegemónica de habla inglesa. El asesinato de Osama Bin Laden, miembro de la familia real Saudita y ex–aliado de los EUA, fue el evento de mayor repercusión del año. Después del anuncio, casi todo ya fue dicho también desde el punto de vista de la crítica de los medios y del ángulo informativo, así como en análisis y predicciones futuras acerca del comportamiento de esos agentes económicos de producción y circulación acelerada de bienes simbólicos.
La construcción de la narrativa pasa por describir e identificar al personaje en cuestión como blanco de la operación. Es ahí que vive la omisión de la verdad. Aunque sea un suceso factual histórico irrefutable, los mayores conglomerados mediáticos de lengua inglesa, durante las posteriores 48 horas al anuncio de la eliminación de Osama, poca o ninguna referencia hicieron de la red de los afeganis. Este era el término empleado por los integristas que eran voluntarios como mudjahiddins de la “causa justa” contra la ocupación de Afganistán por la Unión Soviética. La controversia se daba, porque, según el discurso más “patriótico” viniendo del Imperio, hacer esta relación histórica entre criatura y creador, sería considerado una “falta de respeto” con la memoria de las víctimas del 11 de septiembre de 2001. Al omitir el origen de la criatura, la industria de los medios de Occidente se comporta cómo cómplice de los crímenes de lesa humanidad de sus creadores. En el caso, me refiero a las actividades siempre inconfesables de los servicios de inteligencia de los EUA, del Egipto de Sadat y Mubarak y de los israelíes, al apoyar el esfuerzo de la entonces justa resistencia afgana contra la ocupación de la extinta URSS.
El aliado estratégico en quien el Imperio no puede confiar.
Aunque sea un absurdo desde la óptica del derecho internacional, en términos bélicos la presunción imperial tiene su razón de ser. Desde el punto de vista operacional, el Mando Conjunto de las Fuerzas Especiales de los EUA no podría haber avisado las autoridades en Islamabad. Si el aparato de inteligencia del Pakistán está seriamente comprometido con las redes integristas, es posible entonces trazar un paralelo con las elites dirigentes de otro aliado histórico de los EUA, Arabia Saudí. Considerando que la infiltración dentro de una estructura compartimentada no es tarea simple y tampoco de corto plazo, pues entonces se trata de un problema –desde el punto de vista de la inteligencia estadounidense– con larga data.
En Pakistán la relación entre identidad islámica, radicalidad (en el sentido de la creencia) y adhesión armada, es cercada por los dos lados del territorio del país. En Cachemira, como elemento de conexión y con controladores militares pakistaníes, operando con redes de militantes dentro de un terreno bajo control hindú y con fronteras de ficción. Y en el propio Afganistán, con las redes venidas tanto de las relaciones tribales –de las fronteras también como ficción jurídica en zonas de identidad tribal por encima de cualquier noción de Estado– como por el esfuerzo de guerra oriundo de la Guerra Fría. Ambas formas de “contaminación” de la seguridad e inteligencia paquistaní vienen siendo retroalimentas por las “relaciones carnales” de los dirigentes del Pakistán oriundos de las elites militares y los “genios” de Langley, Washington DC y compañía. En la regla del vale todo de las políticas de resultados de los “espiocratas”, se duerme con el enemigo, se alimenta al adversario y se desconfía del “amigo”. O sea, no es ninguna sorpresa tanto la desconfianza de los EUA para con Pakistán como la penetración de los enemigos (ex–aliados) en puestos clave de regímenes aparentemente pro Estados Unidos.
Contrapunto y disputa por la hegemonía de la protesta y rebelión en el Mundo Árabe e Islámico
Como tópico de cierre de este análisis breve, reconozco la necesidad de atenerme a lo obvio. Es una noción ya más que debatida, pero la amenaza de hegemonía de las varias sectas de los integrismos se localiza en la convocatoria a las masas de jóvenes –apelando a algún tipo de democracia y participación política– siendo éstos los destinados a ocupar las calles, personas con buen nivel educacional y la perenne amenaza de desempleo. Las razones para esta movilización son varias, pero podemos indicar que el acceso a cierta educación formal en diálogo con los parámetros occidentales, sumado al uso regular y frecuente de la Internet –inclusive para convocar a las personas e intercambiar elementos simbólicos de protesta– son algunos de los factores primordiales para el caldo de cultura generador de los movimientos con cierto grado de espontaneísmo que recibieron el término de “Primavera del Mundo Árabe”.
Tengo la certeza de que tales movimientos, con el tono encontrado en la disputa por la hegemonía de las calles de Túnez, Egipto, Libia (ya en guerra civil), Bahrein, Siria y otros Estados –así como la propia Jordania e incluso en Irak– preocupa más a las cabezas pensantes y a los estrategas políticos del integrismo, que la amenaza militar del Imperio. Al–Qaeda y los demás partidos de tipo fundamentalista, legales o no, jihadistas o no, pueden verse así contra la pared, al menos en los países del Mundo Árabe.
Ya en territorios del Estado fallido o al menos no constituido de Somalia, para milicias como la Al–Shabab, vinculadas formalmente a la propuesta de Al–Qaeda, el martirio de Bin Laden opera como factor motivacional aunque –como estructura– la red pierde con certeza en carisma y calidad de liderazgo. Si el proyecto societario ofrecido por los Wahabitas, integristas Sunis y Salafistas es el gobierno de facto ejercido en Somalia, o el modus vivendi de Afganistán después de la victoria militar del Taliban en 1995, entonces ciertamente esta juventud árabe que redescubre la fuerza del pan–arabismo reforzado, no va a encantarse con más represión de los usos y costumbres, además de la falta de respeto a los derechos humanos, aunque sin corrupción política.
Línea conclusiva – unilateralismo imperial y carrera electoral anticipada
Retomando al tema de las cosas obvias, es comprensible el entusiasmo de la administración Clinton–Obama al cumplir promesa de campaña y abrir la posibilidad tanto de la reelección de Barack como de la batalla peleada en las previas de los Demócratas con la señora Hillary quedando día a día cada vez más fortalecido. El cadáver de Bin Laden ayuda en la lucha política contra la otra derecha localizada en los Republicanos en general y en el Tea Party en particular. La presión del partido casi único, empuja Obama al centro–derecha del universo político estadounidense, lo que también le “obliga” a asumir posturas imperiales, sólo que de forma más ejecutiva y menos llamativa que con Bush Jr.
Al reflexionar sobre lo obvio también se comprende que las relaciones tensas entre los gobiernos de los EUA y del Pakistán irán a ser aún más delicadas. Al elegir como teatro de operaciones de la guerra iniciada en 2001 los territorios contiguos, la inteligencia y los militares estadounidenses también empujan a una buena parte de la población aún más en brazos de sus enemigos directos, en escala global y trabando batalla con rostros ocultos y sin límites.
Bruno Lima Rocha es politólogo (phd y msc), periodista profesional (bsc) y profesor universitario; junto con Rafael Cavalcante es editor del portal de análisis política Estratégia & Análise (publicando en Portugués, Castellano e Inglés).
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Publicación Barómetro 19-05-11
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