Perros de la guerra
Perros de la guerra
José Gregorio González Márquez
Si alguna vez se concibió la idea que la Organización de las Naciones Unidas tenía como objetivo fundamental trabajar en función de la paz del mundo, esta creencia dista mucho de la actuación que ahora tiene el organismo internacional. El texto de la Resolución aprobado en la ONU para masacrar a la población civil junto con los militares en Libia, pasó por el adefesio “jurídico” de establecer una zona de exclusión aérea cuya finalidad era proteger los derechos humanos de una población que se suponía en peligro mortal. Está clara la intromisión de la coalición europea junto con el imperio yanqui. La mámpara utilizada con la zona de exclusión aérea les permitió atacar sin piedad el suelo libio y así demostrar que poco importa la vida humana si están en medio, los recursos energéticos.
Estados Unidos que se autoproclama como la policía del mundo, siempre ha pretendido inmiscuirse en los sistemas de gobierno de los países del orbe. Jamás respeta el derecho de autodeterminación que tienen los pueblos. Generalmente, el país del norte busca pretextos para entrometerse en los asuntos internos de naciones con la firme intención de aprovecharse de sus recursos naturales. Creer que sus actuaciones transitan por los caminos de la humanidad, es aceptar que sus máquinas de guerra son construidas para promocionar la paz. La verdad está al alcance de todos. Basta con observar las campañas mediáticas para reconocer el rumbo que toma el proceder del imperio con la complicidad de los lamebotas que hacen vida en el seno de la ONU.
La Organización de la Naciones Unidas participa en la actualidad de una nueva forma de imperialismo. Someter a cualquier nación que posea fuentes energéticas para apropiarse de ellas, sin dar nada a cambio, le resulta provechoso. El petróleo y el agua que reposan bajo el subsuelo libio abrieron las agallas de Obama y su camarilla de borregos. La codicia, el ansia desmedida por apoderarse sin costo alguno, no sólo de las reservas monetarias depositadas en los bancos europeos, sino también del oro negro, justifican el artero ataque al pueblo libio.
La ONU pone en práctica ahora sus nuevas funciones. Su Consejo de Seguridad negocia con los fabricantes de armas; acuerda invasiones para demostrar el poderío bélico y engrana así la maquinaria de destrucción masiva. Poco importarán los muertos. A fin de cuentas son sólo daños colaterales. Vendrán tiempos difíciles para Libia; los invasores impondrán sanciones, saquearán sus medios de subsistencias, usufrutuarán su territorio; pero, jamás doblegarán la dignidad del pueblo.
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