Jueves 24 junio
El distrito “molesta” más que el botellón.
Reflexiones desde un colchón intranquilo.
Por menesteres de la vida, soy vecina de la Alameda desde hace cuatro años. Cuatro años viviendo en el cogollo de la plaza y en la cercanía de multitud de luchas vecinales de diferentes índole.
Es increíble como se nos ha ido despojando lentamente del derecho de permanecer en las calles, de disfrutarlas, de auto gestionarlas, de improvisar desde la naturalidad sin tener que dar cuenta a una sarta de trámites burocráticos que no hacen más que engrisecer la espontaneidad popular.
No intento justificar el botellón y parto desde una perspectiva en la que me parece que es un fenómeno social a tratar a nivel de educación en valores y dice mucho de la forma en la que esta sociedad “ha empujado” a muchos jóvenes a convertirse en dependientes de este tipo de actos.
Pero la ley justifica su existencia, a pesar de estar despojándonos de derechos fundamentales, abogando por la “pacífica convivencia ciudadana”.
La primera vez que los ruidos alamedeños perturbaron mi sueño, no fue el botellón, fué, mi ahora ya gran amigo de las dos de la mañana, El Camión de la Basura con sus pitidos y luces cuan de una discoteca ambulante se tratara.
Pero eso puedo entenderlo y me acostumbré.
Luego las incesantes intervenciones policiales, los altavoces vociferando “alto!dispersen! Sirenas y luces azules eran entonces las que sobresalían en la semi-tranquilidad de la noche.
Y la noche fue perdiendo habitantes.
Y los que acusaban de ruidos, los que mandaban a los guardianes de la noche tuvieron el espacio para sí mismos.
¿Y ahora que hacen? Es sorprendente como la alameda se ha convertido en un espacio “plural” donde se celebran multitud de eventos, donde la música, los conciertos, la vida nos envuelve.
Pero son sobre todo SUS eventos, SUS conciertos SU gestión del espacio. Ahora hay mucha gente contenta por que la Alameda es una fiesta, pero no es nuestra fiesta.
Y...¿qué pasa ahora con todas esas personas mayores que en las reuniones de vecinos compartían sus problemas con el ruido nocturno? La ley iba a protegerlas, echaría al botellón, pero ahora que no está el botellón se organizan eventos casi a diario, da igual si es lunes, miércoles, día laborable o no... y conciertos que duran hasta más de las 12.
¿ese ruido ya no es sonoro? Ahora esas personas mayores que se quejaban por el ruido juvenil, no tienen capacidad moral quejarse, porque el ruido proviene de las mismas personas que proyectan ordenanzas para regular la convivencia ciudadana.
No digo que no haya derecho a celebrar eventos culturales, es más, animo a que se hagan, pero la hipocresia de las administraciones no puede ser más descarada.
Ahora ya tienen privatizada la plaza, su coto, y si se celebra algo debe ser bajo su control. Además debe haber una oferta cultural variada y concentrada en un solo espacio elegido para ser la cuna de la modernidad... y el resto de plazas y espacios de Sevilla pueden pudrirse hasta que alguien, de las no tan altas esferas, decida que es el momento de invertir en esa zona, destrozar el tejido vecinal, especular y formar un nuevo barrio de desconocidos ajenos, hasta que el último de los sobrevivientes desaparezca (tal vez en busca de lo que un día fue su vida) y se hayan perdido todas las pequeñas tradiciones que solo están registradas en la memoria popular.
Menos mal que existen días como los del miércoles que nos llegan a sorprender con una imagen que demuestra que la iniciativa desde las gentes no está extinta, y qué, aunque ellos impongan su rollo la peña siempre puede ir al suyo propio.
“Se lo que quiero decir aunque no sepa como decirlo”
Carta de una vecina
Jueves 24 junio
El distrito “molesta” más que el botellón.
Reflexiones desde un colchón intranquilo.
Por menesteres de la vida, soy vecina de la Alameda desde hace cuatro años. Cuatro años viviendo en el cogollo de la plaza y en la cercanía de multitud de luchas vecinales de diferentes índole.
Es increíble como se nos ha ido despojando lentamente del derecho de permanecer en las calles, de disfrutarlas, de auto gestionarlas, de improvisar desde la naturalidad sin tener que dar cuenta a una sarta de trámites burocráticos que no hacen más que engrisecer la espontaneidad popular.
No intento justificar el botellón y parto desde una perspectiva en la que me parece que es un fenómeno social a tratar a nivel de educación en valores y dice mucho de la forma en la que esta sociedad “ha empujado” a muchos jóvenes a convertirse en dependientes de este tipo de actos.
Pero la ley justifica su existencia, a pesar de estar despojándonos de derechos fundamentales, abogando por la “pacífica convivencia ciudadana”.
La primera vez que los ruidos alamedeños perturbaron mi sueño, no fue el botellón, fué, mi ahora ya gran amigo de las dos de la mañana, El Camión de la Basura con sus pitidos y luces cuan de una discoteca ambulante se tratara.
Pero eso puedo entenderlo y me acostumbré.
Luego las incesantes intervenciones policiales, los altavoces vociferando “alto!dispersen! Sirenas y luces azules eran entonces las que sobresalían en la semi-tranquilidad de la noche.
Y la noche fue perdiendo habitantes.
Y los que acusaban de ruidos, los que mandaban a los guardianes de la noche tuvieron el espacio para sí mismos.
¿Y ahora que hacen? Es sorprendente como la alameda se ha convertido en un espacio “plural” donde se celebran multitud de eventos, donde la música, los conciertos, la vida nos envuelve.
Pero son sobre todo SUS eventos, SUS conciertos SU gestión del espacio. Ahora hay mucha gente contenta por que la Alameda es una fiesta, pero no es nuestra fiesta.
Y...¿qué pasa ahora con todas esas personas mayores que en las reuniones de vecinos compartían sus problemas con el ruido nocturno? La ley iba a protegerlas, echaría al botellón, pero ahora que no está el botellón se organizan eventos casi a diario, da igual si es lunes, miércoles, día laborable o no... y conciertos que duran hasta más de las 12.
¿ese ruido ya no es sonoro? Ahora esas personas mayores que se quejaban por el ruido juvenil, no tienen capacidad moral quejarse, porque el ruido proviene de las mismas personas que proyectan ordenanzas para regular la convivencia ciudadana.
No digo que no haya derecho a celebrar eventos culturales, es más, animo a que se hagan, pero la hipocresia de las administraciones no puede ser más descarada.
Ahora ya tienen privatizada la plaza, su coto, y si se celebra algo debe ser bajo su control. Además debe haber una oferta cultural variada y concentrada en un solo espacio elegido para ser la cuna de la modernidad... y el resto de plazas y espacios de Sevilla pueden pudrirse hasta que alguien, de las no tan altas esferas, decida que es el momento de invertir en esa zona, destrozar el tejido vecinal, especular y formar un nuevo barrio de desconocidos ajenos, hasta que el último de los sobrevivientes desaparezca (tal vez en busca de lo que un día fue su vida) y se hayan perdido todas las pequeñas tradiciones que solo están registradas en la memoria popular.
Menos mal que existen días como los del miércoles que nos llegan a sorprender con una imagen que demuestra que la iniciativa desde las gentes no está extinta, y qué, aunque ellos impongan su rollo la peña siempre puede ir al suyo propio.
“Se lo que quiero decir aunque no sepa como decirlo”