Los activistas se despiden (¿para siempre?) de El Algarrobico - Almería
Greenpeace abandona el "hotel ilegal" con optimismo
El Gobierno negocia pero no se compromete y los ecologistas se encomiendan a la próxima resolución del Supremo
Un guardia civil en moto aparece sobre las 9.15 de la mañana en el punto de encuentro a un kilómetro del Algarrobico. “¿Ustedes son de Greenpeace?”, pregunta intentando ser cortés, aún sobre la moto, con el casco y las gafas de sol puestos. Hay un segundo de silencio, como pensando… “depende de para lo que lo quieras saber”. “¿Son ustedes del movimiento ese o no?”, insiste. “Sí”, responde con seguridad uno del grupo, que conoce la actitud conciliadora que han tenido estos días todos los agentes con los que se han relacionado. “¿No os íbais a las ocho de la mañana? Eso decía en vuestra web”, dice el guardia. “Sí, sí, ya lo están recogiendo todo en el hotel y vamos a por ellos ahora mismo”, le responden. El agente agradece la información y se va deseando los buenos días.
Minutos después, Greenpeace volvía a entrar en el Algarrobico. Esta vez sin prisas, sin tensión, sin nocturnidad y no para dejar a los activistas lo más cerca posible de su objetivo, como el lunes al amanecer, sino para recogerlos tras cuatro días de encierro reivindicativo. El guardia de seguridad privada que el lunes estaba fuera de sus casillas hoy permanecía impasible y lejos de la escalera. Un trabajador de la empresa promotora, Azata del Sol, que el primer día odiaba con todas sus fuerzas a los activistas, hoy observaba su salida, entre aliviado y empático.
La carga de las cajas de comida, las baterías, las placas solares, las sillas, los sacos y las esterillas, la pintura, las cuerdas y pancartas, y también toda la basura generada, era la última gran carga, el último trabajo.
El hotel, dicen, “se queda mejor de como estaba”.
Mientras tanto, en Madrid, dos representantes de la organización ecologista presentaban las 27.000 firmas que, sobre todo en Internet, se han recabado para pedir al Gobierno que impulse la demolición del Algarrobico en coordinación con la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Carboneras.
Ha sido una mañana de llamadas y mensajes al móvil. Greenpeace ha sido finalmente recibida por el gabinete de Presidencia del Gobierno en una reunión que parecía que podría ser la antesala de un gesto político sobre el hotel en el Consejo de Ministros y en la rueda de prensa posterior. No ha sido así. El portavoz del ejecutivo, José Blanco, se ha mantenido dentro del discurso habitual: nos encantaría demolerlo, pero esperaremos a que la justicia nos lo ordene.
Aunque Greenpeace pone ahora sus esperanzas en la reunión que mantendrá el lunes con la secretaria de Estado de Cambio Climático y Biodiversidad, Teresa Ribero, salvo sorpresa todo ya se juega a una carta: la que tenga bajo la manga de la toga el jueces del Tribunal Supremo que el próximo día 21 de septiembre se pronunciará sobre la legalidad de la obra en una sentencia que puede tardar varios días más en hacerse pública.
Aún así, la repercusión política y mediática de esta acción de Greenpeace es la más grande en mucho tiempo y la sensación es de callejón con salida. El mural que Louis ‘3ttman’, con la ayuda del resto de activistas, ha pintado sobre la fachada baja del hotel quiere ser arte efímero. Que no exista en unos meses. Por eso, lo primero que Louis hace al salir del hotel es dar toda la vuelta y ver por primera vez su obra con distancia, con perspectiva, en el conjunto de todo el edifico, ya vacío. La pancarta “¿A qué esperan?” ha sido retirada para evitar riesgos, pero sobre la cristalera del restaurante que nunca fue, Greenpeace ha dejado una pintada de regalo y recuerdo: “Demolición ya”.
El bombero volverá a su puesto de bomberos. El teleco autodidacta a su búsqueda de oportunidades. “No puedo llegar muy tarde a casa que lo mismo tengo que bañar a las niñas”; “a ver si voy aun médico especialista que me mire lo del estómago”; “hay que pasarse por la oficina antes de devolver los coches”; y sin la protección del casco, la rutina vuelve a sus cabezas.
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