La situación es ya insostenible, al final ha pasado lo que tenía que pasar; con la última gota lanzada por la dictadura marroquí se ha derramado el agua que contenía el delicado vaso que hoy conocemos como Sahara.
Ya no es una cuestión política, como quieren ver muchísimos países en el mundo, de independencia saharaui o no, sino que ahora estamos hablando de vidas, de vidas humanas segadas por un arrebato de violencia sin precedentes que está sembrando la destrucción en las calles del Aiún.
Es muy triste ver todas las mañanas como aumenta el número de muertes y el nivel de caos general, y como ningún gobierno se digna a mover ni un dedo.