Todavía me pitan los oídos pero me da igual. El recuerdo de la muestra simultánea de dignidad, de rabia y de alegría de ayer van terminando paulatinamente con los acúfenos, que con todo, para mí no son más molestos que el hecho de que exista en mi país una fiesta tan absurda y tan fascista pagada con dinero público como la Toma de Granada.