En Egipto sólo el dolor y la muerte han logrado estremecer las estructuras de un sistema criminal y explotador que vilmente buscaba perpetuarse en el poder.
Nada más salir del aeropuerto del Cairo pregunté por el autobús con dirección a la plaza del Tahrir. Un señor amablemente me respondió: ¿cuál: el lento o el rápido? -El más rápido, por favor - entonces tome el 356, el « Tahrir express » La verdad que de express tan sólo tenía el nombre pues se demoró una eternidad en llegar al centro de la ciudad. Desde ese instante comprendí que la revolución egipcia va a tener que recorrer un largo, un larguísimo camino.