A lo largo de este trabajo el autor defiende que las técnicas sociológicas -porque ya no se puede hablar siquiera de teorías- en su misma concepción, son una apuesta por el control y el dominio. El carácter policial de la escritura sociológica ha calado en el pensamiento crítico que, desgastado en las gramáticas revolucionarias, no parece capaz de encontrar el camino para sustraerse a los argumentos ciudadanistas o a la paralizante visión catastrófica que espera pacientemente el derrumbe del sistema «por su propia inercia».