Cuando ya no se puede asfixiar y humillar más a un pueblo, cuando se han mendigado hasta lo vergonzoso las draconianas “ayudas” del capitalismo, cuando las migajas de aquello que se llamó bienestar las han devorado los mercados y el caos se arremolina sobre la desvalida Grecia. Entonces al primer ministro Papandreu se le ocurre permitirle al pueblo griego un último corte de mangas antes de abandonarse a ese más allá ignoto que ha de encontrarse tras la protectora Europa. A estas alturas es normal que nos dé la risa floja.