Racanadas en el día contra la violencia machista
La Violencia Machista tiene infinatias formas de manifestarse y ejercerse, de hecho las necesita, pues de otra forma no sería capaz de oprimir a media población mundial. Como ser humano las injusticias me indignan; como feminista, la violencia hacia la mujer me revela; pero hoy, como humana, mujer y futura enfermera he sentido algo que dista mucho de la vergüenza.
Como todos los años, a principios de curso en la E.U.E de Córdoba, el alumnado de tercero prepara una especie de fiesta repleta de bromas relacionadas con el ámbito de enfermería para los y las alumnas de nuevo ingreso, *las racanadas*. Este año las coincidencias han hecho que se celebrasen el 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres.
Este año, las racanadas han consistido en realizar una serie de “prácticas de enfermería”. La primera consistía en tumbar a una alumna boca arriba sobre la mesa, cual muñeca inerte, cubrirle ciertas partes anatómicas del cuerpo con gominolas y sacar a varios voluntarios que se las irían comiendo según el orden que dijésemos. Como lo mejor siempre se deja para el final, las dos últimas correspondían a la zona de “las glándulas mamarias” y “el monte de Venus”. Mientras, todo el mundo se ríe y aplaude con su precioso lacito morado en la solapa.
Después, mientras una compañera tenía un fonendoscopio colgado al cuello cuyas olivas y campana eran penes, ha procedido a explicar la siguiente * práctica*: “algo en lo que probablemente muchos aquí nos especializemos: la ginecología”. Por suerte la ocurrencia no ha sido observar a ninguna alumna con el susodicho fonendo, eso sí, para no escapar de tópicos machistas han comenzado la broma diciéndo “¿quién de aquí quiere tirarse a una rubia?”. Obviamente y como siempre, todo el mundo ha aplaudido al valiente. No puedo
describir con exactitud cómo han discurrido el resto de acciones porque por respeto al género humano, me he ido; pero podemos observar los sucesos en este video:
Desde hace dos años, veo como en épocas festivas las universidades -no solo la nuestra- se empapela con carteles de la facultad de medicina o/y enfermería donde siempre se nos presenta a una enfermera exuberante y provocativa. Desde hace dos años, estoy cansada de escuchar la muletilla capicúa que define las relaciones entre el personal sanitario y las personas: *el* paciente-*la *enfermera-*el* médico. Desde hace dos años, mi asombración crece al ver cómo en una universidad extremadamente feminizada, la cuestión de género se invisibiliza por completo, tanto a la hora de impartir clase como a la hora de plantear cúal es el papel de las mujeres en el ámbito del cuidado, doméstico y enfermero. Y desde toda mi vida, estoy harta de ver situaciones de absoluta violencia hacia nosotras. Violencia que puede ser muy sutil (tan sutil que la tenemos asimilada) o descaradamente manifiesta. Pero en ambos casos el resultado de fondo siempre es el mismo: perpetuación del rol de la mujer. La mujer como cuerpo, la mujer como sirvienta, la mujer como objeto sexual, la mujer como cuidadora, como madre, como hertero, como padre, como amiga, limpiadora, criada.. Entré en la carrera con expectativas de ser reconocida como una buena profesional; dentro de poco voy a salir con la sensación de que por ser mujer y por la educación que he recibido como enfermera, voy a tener que estar demostrando constantemente que soy una profesional. Como en todos los ámbitos de mi vida, voy a tener que estar demostrando siempre algo, porque soy una mujer y pocas veces se da por hecho que soy capaz de hacer algo bien, más allá del trabajo doméstico.
Quiero denunciar la falta de conciencia, la falta de respeto y la violencia que constantemente recibimos las mujeres todos los días del año, la hipocresía dicotónica del discurso feminista y las prácticas machistas. Tolerancia cero, sí, en todos los ámbitos de nuestras vidas.
Luna F.