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En Londres, revuelta social

En Londres, la revuelta que estalló en Tottenham y que se extendió a todos los barrios populares de la metrópoli y de Manchester, Bristol, Liverpool, Birmingham y Glasgow, revela el gran malestar de amplios estratos proletarios golpeados por el desempleio, la precariedad y la marginación y anticipa la revuelta que puede estallar en toda Europa.

Sobre los muros de High Road, en Tottenham, se lee: Fuck the Police. Es natural que la policía sea el objetivo de la rabia y de la violencia que está quemando los barrios populares de Londres. Todo se inició en Tottenham, cuando Mark Duggan, padre de cuatro hijos, huye de una patrulla de la policía que pretendía arrestarle. La policía dispara para herirlo y le mata. Mark Duggan fue asesinado tan brutalmente que la madre ni siquiera puede reconocerlo (il manifiesto, 9/8/11). En los últimos años, en Gran Bretaña, han sido cerca de mil los muertos por la policía y ningún policía ha sido nunca castigado. Es natural que la policía constituya el objetivo de la rabio y de la violencia de una juventud desesperada, sin futuro, humillada sistemáticamente, engañada por un consumismo sólo para los ricos y precipitada, en cada situación de crisis económica, cada vez más abajo.

Las revueltas violentas en Gran Bretaña han acompañado a los periodos de crisis económica de treinta años a esta parte. En 1982, en plena recesión económica, un auténtico motín atravesó todo el país, iniciado en Brixton, con los llamados “desórdenes raciales”, para expandirse después a Birmingham, Londres, Liverpool, Manchester, Nottingham y también a Bristol, Bedford, Coventry, Edimburgo, Cloucester, Halifax, Leeds, Leicester, Southampton y Wolverhampton. En 1985 Brixton explotó nuevamente; en los años 1990-1991, en la época de la famosa Poll Tax, todo el país sufrió manifestaciones y revueltas, en 1995 los motines se concentraron en Manningham y también en Brixton; en el año 2001 fue la ocasión de Bradford, Oldham y Harehills, en Leeds; y en el 2005 en Birmingham. Casi siempre, las revueltas se enfrentaban a gobiernos conservadores, de Tatcher a John Major, pero en la década del 2000 también les tocó a los gobiernos laboristas de Tony Blair y de Gordon Brown y ahora de nuevo contra el gobierno conservador de David Cameron, demostración de que no es tanto el color del gobierno burgués lo que mueve a las masas proletarizadas británicas sino la política llamada liberal que frente a las crisis económicas y financieras del capitalismo nacional no tiene otra medida que tomar que aplastar cada vez más a las grandes masas proletarias.

No obstante la historia reciente demuestra claramente que el empeoramiento generalizado de las condiciones de existencia de las grandes masas proletarias y proletarizadas se encuentra en la base de estas explosiones sociales, los gobiernos burgueses continúan afrontándolas como si se presentasen por primera vez, culpando siempre a grupos de facinerosos, de violentos y de criminales, de los enfrentamientos, de los coches incendiados, de los edificios a los que se pega fuego, de los robos sistemáticos en los negocios asaltados. Pero la violencia sistemática, cotidiana que el poder burgués ejercita sobre amplios estratos proletarios y, en particular, sobre las masas juveniles a las cuales niega cualquier perspectiva de futuro si no es de miseria, degeneración y muerte, no puede no encontrarse, antes o después, con reacciones violentas, desordenadas y también gratuitas por parte de estas mismas masas marginadas y frustradas por un sistema económico y social que genera sentimientos y pasiones de revancha y de derrota de los cuales la policía es el vector principal.

El odio que la policía y el poder burgués que la dirige vierten, ordenada y científicamente, contra las masas proletarias en revuelta, hoy como en los motines precedentes, es contestado de manera desordenada, inmediata, impulsiva por las masas que no soportan más ser humilladas y lanzadas a la marginación y que desfogan una rabia incontenible en actos de violencia ciega contra los símbolos de una cotidianeidad ordenada pero sofocante, sean los negocios llenos de mercancías que no se pueden comprar o los edificios y los palacios que contienen la vida de miseria, de insatisfacción y de marginación de las mismas masas en revuelta. “Sentirán la fuerza de la ley”, grita Mr. Cameron a los rebeldes enviando 16 000 policías a contener los desórdenes en los barrios de Londres; pero las leyes con las cuales se hace fuerte el poder burgués se apoyan sobre la violencia económica y social de un modo de producción, el capitalismo, que no da otra perspectiva a las masas proletarias y proletarizadas si no aquellas que le llevan a rebelarse: miseria, desocupación, marginación, en un ambiente social que se degrada cada vez más. El odio burgués contra los proletarios no se acabará después de haber controlado los motines de estos días, como no se ha acabado después de 1981, 1985, 1990, 1995, 2001 o 2005; continuará explotando el aplastamiento sistemático de una clase que se apropia la riqueza social  únicamente con la condición de aplastar, explotar y reprimir a las clases trabajadores.

Las clases trabajadores no tienen ni tendrán elección: o se rebelan o mueren ahogadas en su propio sudor y en su propia sangre. La explosión social de estos días, como aquellas que la han precedido, llegado un cierto punto, agotará su fuerza como un volcán después de la erupción; pero esto no querrá decir que los factores que la han generado desaparezcan, al contrario, continuarán acumulándose y actuando en el subsuelo económico de la sociedad prontos a provocar ulteriores explosiones. Los proletarios, por ello, deben comenzar a aprender aquello que las generaciones de proletarios de los años veinte del siglo pasado habían aprendido: organizar su odio de clase en forma de resistencia a la presión y a la represión burguesa y de defensa de sus propias condiciones de existencia en modo positivo, llegando a la lucha de clase, a una lucha que no se agote en un conato de violencia sino que se ponga objetivos sociales de amplio alcance, a una lucha que se refuerce con la solidaridad de clase y con la defensa exclusiva de los intereses inmediatos proletarios, a una lucha que unifique a las masas proletarias en torno a objetivos que no se apaguen cuando la fuerza física y social del choque de masas pierda el impulso inicial, sino que permanezca más allá de los límites de los enfrentamientos sociales porque exprese un futuro que la sociedad del capital, de la explotación del trabajo asalariado, del aplastamiento, del privilegio burgués, de la violencia económica, social y política sistemática contra las masas proletarias, niega por completo a la gran mayoría de la población.

La lucha de clase es hoy el gran objetivo hacia el cual las masas proletarias son llamadas por los mismos hechos materiales, por la explosión de las contradicciones sociales destinadas a agudizarse cada vez más; es el gran objetivo del proletariado de todos los países porque sólo en la reanudación de la lucha de clase los proletarios tienen la posibilidad de sacudirse los fundamentos de la sociedad burguesa que les oprime y les reprime y de enfrentarse de manera eficaz y duradera las medidas antiproletarias más diversas que los poderes burgueses toman y tomarán en vista de periodos cada vez más contradictorios y críticos que el actual; es, a la vez, el gran objetivo del proletariado que debe prepararse para enfrentarse no sólo a la política de lágrimas y sangre sobre el terreno económico y social sino también a la política de guerra que antes o después el poder burgués adoptará porque se ve llevado a ello inexorablemente por la competencia imperialista que está consumiendo progresivamente los recursos del welfare que los estados capitalistas más avanzados han aplicado en estos decenios para explotar mejor y al máximo a las masas proletarias en su país y en el mundo.

La lucha de clase es la perspectiva en la cual los proletarios británicos, como los proletarios alemanes, franceses, españoles, italianos, griegos o polacos, americanos, chinos o brasileños, como los proletarios de los países árabes en revuelta en estos largos meses del 2011, pueden encontrar la necesaria solidaridad de clase internacionalista con la cual no sólo enfrentarse a los poderes burgueses aliados entre ellos en un periodo de crisis que pone en dificultades a las economías más potentes del planeta, sino encontrar también las únicas fuerzas aliadas con las que contar. En esta perspectiva se encuentra inserto siempre el partido proletario de clase, el partido comunista revolucionario que el proletariado reconocerá como guía teórica y práctica en la medida en la cual la lucha de clase producirá la vanguardia de clase que arrancará a los proletarios de la influencia deletérea del oportunismo, de la democracia, de las ilusiones y de las desilusiones pequeño burguesas, transformando los objetivos y los episódicos conatos de violencia en fuerza organizada de clase.

La respuesta burguesa será siempre la misma: represión y asesinato. La respuesta proletaria, que hoy aún se manifiesta a través de la rabia, la devastación de los barrios y el ciego desfogar las tensiones acumuladas a lo largo de los años, debe superar el estadio primero de la violencia de calle y proyectarse en la organización de la lucha de clase, lúcida y consciente del antagonismo entre las clases de los sin reservas y la clase de los poseedores y explotadores del trabajo asalariado. Ésta es la perspectiva positiva del movimiento social del proletariado que, hoy, en Gran Bretaña, en uno de los países capitalistas más potentes del mundo, se rebela contra la política de lágrimas y sangre después de que ya los proletarios griegos hayan hecho sonar la llamada a la lucha y que anticipa lo que sucederá también en los otros países europeos.

9 agosto 2011

Partido Comunista Internacional                                                                     www.pcint.org



 

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