Responder al comentario
¿Qué les cuentan a los ciudadanos y ciudadanas sobre las diprupciones en el G-20 Toronto?
Enviado por Anónima el Lun, 28/06/2010 - 20:34.
Juan Luís Rodríguez. 27.06.10
Deberían estar viendo algún partido del mundial, pero no lo están haciendo.
Deberían estar “disfrutando” de algún festival de Rock-Pop de tantos que se organizan en estas fechas estivales, pero no lo están haciendo.
Deberían estar tal vez tirados en alguna playa con sus amigos y amigas, tomando unas cervezas…pero no lo están haciendo.
Están concentrados en Toronto, sometiéndose a la sarta de calificativos que los medios de “información” tienen destinados y diseñados para ellos; radicales, violentos, anarquistas, altermundistas…y un largo etc.
Exponiendo su integridad física y soportando los arrestos.
¡¿Qué quieren esas personas?!, ¡¿qué quieren estas personas provenientes de muchos países del mundo, a las que no se les deja atravesar el perímetro de seguridad dispuesto por las autoridades canadienses. Un perímetro de seguridad que en tiempos de crisis va a costar más de 1.000 millones de dólares de dinero público, para que un conciliábulo de “veinte” personas con sus séquitos correspondientes, se reúnan.
¡Qué quieren estas personas de todas las edades!.
Ellos y ellas no reclaman un coche más caro. No reclaman relojes de 5.000 dólares. No reclaman yates privados a los que llenarles el depósito de combustible cuesta más de 30.000 euros (no hablemos del precio del barco y lo rápido que es consumido ese combustible). No reclaman yets privados, ni trajes a medida de miles de dólares.
¡No reclaman pasar de los 50.000 euros a los 150.000 euros anuales de sueldo!.
¡No reclaman que se les permita invertir en fondos de inversión a corto, ni en el mercado internacional de divisas…para ganar de la noche a la mañana sumas de dinero que un trabajador no obtendrá en toda su vida trabajando duramente. Ni cien trabajadores. Ni mil. Ni cien mil.
No reclaman poder especular y enriquecerse con el suelo de los pueblos.
Ellos y ellas quieren que a un trabajador o trabajadora no se le maltrate laboralmente hasta sus últimos días. Quieren que la riqueza de unos cuantos no se anteponga a todas las personas del planeta. Ellos y ellas quieren más justicia global. Quieren más justicia alimentaria para el mundo y que no mueran cientos de niños y niñas al día cuando esto puede evitarse. No quiere que el dinero campe a sus anchas por los mercados y los países mientras aumenta el número de personas recluidas, anuladas y refugiadas en el mundo.
No quieren que el complejo industrial-militar continúe siendo el todo poderoso configurador de las políticas y la geoestrategia internacional.
Ellos y ellas quieren eso entre otras muchas cosas. Quieren justicia. Y ante esto yo quiero decir que ¡yo también la quiero!.
En las noticias del mediodía en canal cuatro (por ejemplo) del día 27/06/10, nos han mostrado cómo unos cuantos/as de ellos han quemado coches y partido cristaleras. Uno de esos jóvenes entrevistados explicaba que eso era sólo romper cosas. No estaban rompiendo a ninguna persona.
Muchos de esos jóvenes, así como las organizaciones a las que pertenecen, conocen los Principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las injusticias y abusos que se están cometiendo para con las democracias en el planeta mucho mejor que cualquier mediocre-indiferente perteneciente a cualquier partido político “oficial-democrático” de cualquier democracia occidental.
Mediocres-indiferentes de los que nuestra administración, nuestros partidos políticos y nuestras universidades (salvo contadas excepciones) están repletos.
Mediocres-indiferentes que no van más allá de su sueldo, que están siempre del lado de “poder” sin importarles la valoración de lo que está bien y lo que está mal y que repiten mecánicamente al son de los informativos: “esa gente de las manifestaciones de Toronto son radicales, son peligrosos, son terroristas”.
Esos mediocres-indiferentes a los que les importa un cuerno la ecología, el consumismo o la justicia social si está en juego un coche mejor (más potente y más contaminante), o un puesto que les permita un reloj de 5.000 dólares, trajes de miles de dólares (o euros), ese yate con depósito de 30.000 dólares o ser bienvenido en el club enfermo de los especuladores que está rompiendo las vidas de las tres cuartas partes de la población mundial.
Porque ellos si que quieren todas esa cosas aunque se parta el mundo.
Y ese es el auténtico radicalismo: el de los mediocres-indiferentes del laissez-faire entre cuyos principales exponentes se encuentra nuestro G-20. Ese es el radicalismo que en esta crisis está rompiendo las vidas de millones de ciudadanos.
Esos coches ardiendo y esas cristaleras no parten a ninguna persona, serán repuestos con dinero público y su coste de reparación será infinitamente menor de 1.000 millones de dólares.
Ese debería ser aquí el verdadero radicalismo juzgado y repetido mecánicamente por los ciudadanos.
El radicalismo del que no nos habla el informativo de mediodía de cualquier canal de televisión occidental es el de la apropiación de la vida de las personas, la apropiación de nuestros empleos, la apropiación de nuestras pensiones, la apropiación de nuestra sanidad, educación y demás servicios públicos que se encuentran en el disparadero de salida para los “inversores internacionales”. Servicios que son nuestros, de nosotros los ciudadanos y ciudadanas que trabajamos y no de ningún grupo de inversores ni conciliábulo de personas sin honor que pretenden hacer más negocio aún con la vida de los seres humanos. Conciliábulo de personas que no están aportando a la humanidad más que problemas y sufrimientos.
Díganle a ellos que se reduzcan el empleo, su sanidad, sus pensiones, su educación y los dañinos privilegios que necesitan para sentirse imaginariamente superiores al resto de los seres humanos. Los verán luchar a sangre pero sin mancharse las manos en sus despachos impolutos.
Díganle al I&C Bank of China, al Bank of América, al Citigroup, al Fondo Monetario Internacional, a Davos, al Banco Mundial, a la Organización Mundial del Comercio, a la Reserva Federal , al Banco Central Europeo, a Goldman Sach, a Merrill Lynch, a la banca privada opaca de todos los paraísos fiscales del mundo y al G-20, lo que suponen ellos para el resto de los seres humanos actualmente: desaceleradotes del desarrollo humano, social y moral en todas sus vertientes. Desaceleradores de la justicia global en su más amplio sentido. Agresores para con el bienestar humano.
Ellos, que son los que más deberían potenciar estos valores, sin embargo hacen todo lo contrario.
Ciudadanos y ciudadanas que os estáis manifestando en Toronto, ustedes sois los que estáis arriesgando la integridad física y los que estáis soportando los arrestos y posteriores condenas. Aún así manipulan vuestras pretensiones y vuestro mensaje.
Sin duda sois los que hacéis avanzar la moralidad humana, sin cobrar un sustancioso y sucio sueldo por ello.
Hace ocho años erais “cuatro radicales” motivo de mofa y desprecio para el establishment occidental y sus cortes de mediocres-indiferentes. Ya sois muchos más.
Los mismos mediocres-indiferentes que os rechazan en sus instituciones, en sus silenciosas e indiferentes universidades y en los medios de comunicación correrán pronto, en cuanto las cosas se pongan un poco más feas, a golpearos las espaldas e invitaros a charlas en sus aularios y círculos. Porque esos indiferentes programados para mantener sus puestos saben cambiarse rápido de bando ante la señal conveniente de peligro y correrán en desbandada aunque arruguen momentáneamente sus chaquetas.
Será para ellos un orgullo presentaros como “personas comprometidas con el desarrollo y la justicia social”, causas todas ellas con las que no estuvieron dispuestos y dispuesta a contribuir en los momentos más necesarios.
Los partidos políticos os sonreirán con ánimo de conseguir rédito electoral. Los mismos que ahora propulsan la mofa hacia vosotros y vosotras. Los mismos que ahora os acusan de “terroristas urbanos” e indican a los medios de comunicación que se os de ese tratamiento.
La Real Academia de la Lengua define el honor como “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”. Desde luego, poseéis mucho más de esta cualidad moral que todas esas personas enumeradas anteriormente que nos han conducido a esta crisis, las cuales están ganando en los mercados financieros y de deuda espectrantes sumas de dinero con ella, sin el menor escrúpulo humano.
Y cuyos intereses, tal y como podemos ver por las medidas ya anunciadas en buena parte del mundo, el G-20 de Toronto parece que va defender por encima de los del resto de los ciudadanos y ciudadanas del globo.
Juan Luís Rodríguez es Psicólogo, especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Ex –asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla. Escribe en medios digitales independientes.
Contactos: juanitolui@hotmail.com