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BASTA YA

¡Basta ya!

 

  En el 5 de mayo vivimos la crónica de tres muertes preanunciadas. Lamentablemente se confirmó la consideración hecha desde hace muchos años que era cuestión de tiempo que sobrevinieran las primeras víctimas de la violencia ciega. Lamentablemente hubo que perderse unas vidas humanas para que fuesen escuchadas y escritas, aunque tímida y vagamente, por parte algunas colectividades del entorno anarquista las primeras alusiones, a una crítica a la nihilista cultura de la violencia. Lamentablemente algunos siguen escondiéndose detrás del dedo, enfocando en los instigadores y no a los perpetradores y autores, en resultado de la acción de asesinato y no a sus causas. Tengamos el valor y la sinceridad que (tienen que) caracterizar un movimiento revolucionario y libertador y vayamos al grano. ¿Si estuviera comprobado que la muerte de las tres personas era debida a una acción intencionada de ultraderechistas, enfocarían solamente en la actitud -indudablemente criminal e inhumana- de la patronal del banco? Pero, aunque sea así, todo lo siguiente tiene por completo el mismo valor.

  La tolerancia que una parte del movimiento anarquista ha estado mostrando desde hace mucho tiempo a los contratistas de ataques de violencia ciega es el punto de arranque de cualquier (auto)crítica. Los que durante tantos años actuaban al lado y dentro de nuestras marchas, casi sin molestarse, de la misma monótona, peligrosa, perniciosa y provocadora manera, tendrían que haber sido aislados en vez de ser calificados ahora, a buenas horas, de un modo genérico e impreciso de ¨provocadores¨ y ¨banda¨, sin que

 estas calificaciones sean acompañadas por algún análisis sobre el cómo hemos llegado hasta aquí. Sin embargo, aunque sea tarde, esto puede hacerse ahora y podría funcionar como una catarsis. Durante tantos años, cuando algunos trataban de distanciarse de los fenómenos de la violencia ciega y de la violencia no masiva (armada o no), se ponían al margen, eran afrentados o ultrajados. ¿Pues, no es positivo que se oigan, aunque con retraso, aunque de una manera imprecisa, voces de rechazo de la práctica de la violencia por la violencia? Puede ser que sí, puede ser que no, el tiempo nos lo va a comprobar.

  Cuanto más imprecisa y carente de argumentos es nuestra crítica al fenómeno, menos convincente resulta. La  mera calificación de ellos de provocadores es deficiente, principalmente por ser demasiado general. Con una generalidad condenatoria como esta, no se va al grano. Así se esquiva contestar a interrogantes como los que siguen, a los cuales tenemos que contestar con claridad y ver los resultados de la prolongada, infructuosa y vana retórica supuestamente revolucionaria y de la aún más vana práctica que surge de ella.

  De una manera provocadora se puede decir que actúa tanto una miserable banda de gamberros ególatras, como una banda paraestatal en servicio ordenado, si calificamos sus actos sólo de su resultado. ¿Pero nos corresponde una crítica de este tipo? No, porque el discurso revolucionario es racional, transparente, penetrante, y examina las causas de los fenómenos. No, porque ya a estas alturas es necesario que seamos concretos y que obremos de una manera concordante. No, porque una crítica como esta es propia del Poder y de sus muletas. Lanzan una palabra vaga y  acaban con el asunto. Pero si realmente pretendes acabar con el tumor de los cortos contratistas de la violencia, tu discurso contra la violencia ciega ha de ser concreto y diacrónicamente consecuente. Y tu práctica aún más. Si no, los tardíos y vagos distanciamientos de las ´bandas´ y de sus actos no convencen. Y sobre todo no contribuyen a la difusión del discurso antiautoritario. Pero aunque dicho discurso no sea diacrónicamente consecuente, el cambio de actitud y de ruta, si es sincero, debe acompañarse de argumentos y de vez en cuando de autocrítica, para no pasar a la categoría del oportunismo. 

  Los interrogantes de los que estábamos hablando son muchos. Si se trata de una banda paraestatal, ¿entonces por qué no la machacamos en la manifestación? ¿Nos pillaron desprevenidos? Obviamente no, pues esta cuadrilla lleva años actuando de la misma manera. Tampoco se han aflojado tanto nuestros reflejos frente a los paraestatales y policías secretos así que sea justificada una inercia semejante. Tal vez se han aflojado los reflejos de algunos frente a bandas semejantes que están usurpando la anarquía y la ideología anarquista para jugar sucio sobre nuestras espaldas.

 ¡Dejemos de bromas y de las excusas y las recriminaciones convenientes y verosímiles. La película la tenemos vista durante muchos años. Una fracción del movimiento ha tolerado durante muchos años a los estúpidos partidarios de ´la guerra de los escaparates´, confiriendo un embalaje ideológico a sus acciones. Los demás o reaccionábamos con movimientos convulsivos o forzosamente les tolerábamos o esperábamos que sobreviniera lo inevitable para reaccionar. Entendamos que su estupidez criminal costó la pérdida de unas vidas. Ya no se puede hablar simplemente de inmadurez y obsesiones, se trata de un crimen. Estos son los perpetradores, punto. El movimiento anarquista y en general el movimiento social han pagado muy caro el capricho y el autismo de unos cuantos bravucones y de los que los hayan estado apoyando con su retórica supuestamente revolucionaria, pensando que la lucha social contra el Estado y el Poder puede ser asumida por unos tipos ¨rebeldes¨, en ausencia de la sociedad y se limita a la ´guerra de las vitrinas´ y en general a lo que movilice a la Policía para comenzar la guerra a pedradas con ella. La anarquía no tiene nada que ver ni con estos ni con sus prácticas. Bastante nos han difamado, bastante atrás nos han llevado. El enfrentamiento será multiforme y masivo. Apuntado y consciente.

  Cuando una plaza entera exigía desenfrenada y furiosa ¨que se quemara el burdel del parlamento¨, cuando cientos de miles salieron a la calle para enfrentarse al totalitarismo, cuando se nos están llevando la propia vida, es entonces cuando esta contraviolencia a la violencia del Poder tiene que desprenderse de estas pesas. Sin embargo, a partir de ahora, lo tenemos que demostrar, aunque con retraso, de forma fehaciente. Para comenzar, se puede realizar lo que va pasando de boca en boca: la organización inmediata de una manifestación contra la violencia ciega. Esto funcionará en beneficio de la unión del movimiento, aclarará nuestra opinión hacia la sociedad y constituirá, tal vez, el preludio del ajuste de cuentas con el autismo. Gritémoslo alto, y si no lo oye, enseñémoslo con obras. Basta ya.



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